martes, 8 de marzo de 2011

Nawal al Saadawi



Cada vez veo más claro que nacemos viejos e inútiles y que la vida debe ser un proceso de rejuvenecimiento, de búsqueda de la juventud a través del tiempo, de la experiencia y del conocimiento. Lamentablemente creo que hay muchos viejos y viejas de cualquier edad y unos pocos jóvenes de muchos años, a los que hay que escuchar con devoción, con ganas de aprender y con el deseo ferviente de que la edad respete esa gloriosa juventud tan útil, tan madura, tan humana.

Uno de estos casos esplendorosos es el de Nawal al Saadawi. Tiene 79 años. Hace un par de ellos la vi en Madrid. Supo transmitir toda la fuerza de la honestidad, de la lucha derivada del convencimiento, de la alegría de creer en la igualdad, de llevar muchos años intentando que las mujeres, las de su país, Egipto, y las de cualquier lugar puedan alcanzar cotas de libertad comparables a las de los hombres.

Hoy el diario El País ofrece una entrevista con Nawal al Saadawi. Toda ella es interesante, pero me permito destacar una idea de entre las que expresa allí: La mujer no puede liberarse bajo ninguna religión. Puedes leerla aquí.

Las mujeres en África




El blog Aguas Internacionales, del periodista Ramón Lobo, es uno de los más interesantes que puedes encontrar en la red. Te invito a que leas sus reflexiones, claras y cruidas, sobre las mujeres africanas. Puedes pulsar aquí.

Asociación de mujeres de acero



Hace unos días estuve en Cádiz y vi un pequeño local en cuya puerta figuraba el azulejo de arriba. Me llamó la atención el título: Asociación de mujeres de acero. Miré en su interior, incluso me invitaron a entrar a mí y a otros curiosos que andábamos por allí. Pero era Carnaval y no era cuestión de andar hablando en serio con ellas. Al menos, a mí me lo pareció. De todas formas, el título lo dice casi todo. Eran mujeres alegres, de todas las edades, seguramente con una buena dosis de sufrimiento encima para haber adoptado ese nombre. Luego, me he informado y son más de 300 mujeres que quieren conseguir la igualdad real en la sociedad, que quieren que las mujeres no estén recluidas en las paredes de sus casas, sino que se desarrollen como seres humanos, con nuevas inquietudes y con una mayor integración en su barrio.

Mujeres de acero. El estereotipo masculino salta por los aires con este título, afortunadamente. Hubiera sido bueno poder escucharlas.

La sede de la asociación está en la calle del Cristo de la Misericordia, 7, esquina a la calle de la Palma, en Cádiz.



Día de la Mujer: rompe el machismo




Hoy celebramos el Día Internacional de la Mujer, pero yo no sé a quién dirigirme, si a mis lectores o a mis lectoras. Es evidente que si la mujer está en la actualidad en una situación de inferioridad es porque el mundo machista, organizado por y para los hombres, lo ha querido y lo quiere así. Pero, por otra parte, hay multitud de mujeres que participan de un machismo asumido y creen absurdamente que realmente los hombres son superiores y que, ante esa realidad supuestamente inamovible, ellas no tienen nada que hacer ni que decir, salvo aceptar su situación de seres secundarios, dependientes, con menos derechos que los hombres.

Ante la duda, prefiero dirigirme a todos, a ti, seas hombre o mujer, porque lo que sobre todo eres es un ser humano, una persona, un ser con derechos, como cualquier otro ser humano. No sé, hombre que lees esto, si eres machista, consciente o inconsciente, o no lo eres. No sé si cerca o lejos de ti ves situaciones de machismo. Pero si te sientes cercano a las prácticas machistas, piensa que detrás de un machista hay siempre un prejuicio infundado, esa supuesta superioridad de unas personas sobre otras por el único hecho de tener un sexo determinado. Los prejuicios descalifican a quienes los usan, justamente por su carácter de juicio previo, de veredicto infundado y alejado de la realidad. Ninguna persona sensata te tomará en serio si usas los prejuicios. Por el contrario, descubrirá en tu actuación, seguramente sin que tú te des cuenta, que lo que te motiva es un interés egoísta, malsano, explotador. Deberías ponerte, siquiera por un momento, en el lugar de cualquier mujer, por ejemplo de la tuya, y preguntarte si te gustaría que te trataran a ti como tú la tratas a ella. Me temo que no vas a querer ponerte en este lugar, pero eso será precisamente porque no te interesa. Si es así, lo más probable es que no seas capaz de hacer feliz a nadie, que tú mismo no seas feliz nunca y que termines en mal lugar, si te dejas llevar por esos absurdos impulsos que te hacen pensar y actuar así. El respeto, el amor, la igualdad y la racionalidad seguramente son valores ajenos a ti. Y probablemente no te hayas dado cuenta aún de lo que significa ser un ser humano.

Si eres tú, mujer que lees esto, la que estás enredada en una trama machista o consideras que realmente el machismo es la única manera posible de estar en esta vida, te diría que miraras más arriba, que no te puedes conformar con tan poco, que eres más que una mujer tal como tú la entiendes. Eres un ser humano y tienes los mismos derechos que todos los seres humanos. No aceptes sólo lo que te dice que aceptes el que te está explotando, el que te está chupando la vida, quien no te está dejando ser tú. Infórmate de tus derechos. Infórmate también de los métodos que usa el machista para meterte sus ideas en el cuerpo y para impedir que puedas vivir tu vida. Intenta descubrirlo. Hazlo por ti y por tus hijos. No puedes transmitirles sin más esas ideas tremendas que empiezan y terminan en violencia. No puedes estar siempre sufriendo, siempre en riesgo, siempre sin ser tú. No pueden ser el miedo, la amargura o la intranquilidad los que dominen tus días. Rompe el círculo que te rodea y pide ayuda. Rompe el machismo.


lunes, 7 de marzo de 2011

Nobleza



Lo que le transfiere nobleza al ser humano es su capacidad para actuar a cambio de nada. El resto vale bastante menos.

viernes, 4 de marzo de 2011

Los placeres de la vida



Vivir es descubrir la vida. Algunos se conforman con reproducir lo que han visto, pero terminan sin enterarse de nada. Uno de los fines de la educación es -y debería ser en la práctica- la búsqueda y el descubrimiento de fuentes de placer, de vías por las que la sonrisa y las ganas de vivir entren en lo cotidiano. El enfoque exclusivo hacia lo profesional me parece falso y hasta peligroso. Se trata, más bien de prepararse para vivir bien sin que esto se reduzca a los aspectos materiales más burdos.

En esto de encontrar los placeres de la vida reconozco que quizás yo pueda ser algo raro porque una de las cosas con las que más gozo es explicando a Kant en clase, pero con calma, no con las absurdas apreturas y las prisas actuales. ¿Qué más se puede pedir cuando eres capaz de hablar de la construcción racional kantiana y notas que los alumnos te siguen y te entienden y, a veces, hasta te preguntan algo?

jueves, 3 de marzo de 2011

Invertir en educación



Jack, en un estado de locura transitoria, se puso de pie en la reunión, levantó el brazo derecho, estiró el dedo de dejar las cosas muy claras, alisó su frente con un gesto de seriedad trascendente y con un volumen de voz que hizo vibrar los cristales emitió:

"Diles que sigan sin invertir en educación, que ya tendrán que hacerlo en cárceles, que es caro y, además, improductivo. Y tendrán que gastar en importaciones y en royalties. Y en hospitales y en médicos para nosotros. Y les tendrán que pagar a ellos el paro o enfermarán o se morirán. No saben lo que están haciendo."

Y con la cara roja se sentó, bajó los hombros y pareció volver a su estado habitual. Murmulló a los que estaban a su lado que no sabía por qué decía estas cosas. Al poco tiempo se levantó y se fue.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Por qué te lo conté




Te lo conté porque me parece que debes saber lo que ocurre, lo que le pasa a los otros, lo que te puede ocurrir a ti. No quiero que te quedes sin saber que eso pasa. No quiero que te quedes sin haberlo conocido,  si eso te pasa.

Te lo conté por si se te ocurría algo que me pudiera servir. De hecho, eso ocurrió.

Te lo conté no sólo porque tengo confianza contigo, sino porque tengo confianza en ti.

Te lo conté porque me apetecía contártelo.

Te lo conté porque me hierve, porque me arde y porque necesitaba sacarlo de dentro.

Te lo conte y me escuchaste. Y la gratitud me inundó el corazón.