viernes, 27 de agosto de 2010

Cuidado con el problema del aborto


Como la gente está de vacaciones y, cuando vuelva de la playa, seguirá de vacaciones, puede que no esté al tanto de las maniobras que se están desarrollando en el país, ocultas bajo los gritos cotidianos y por todos los motivos pensables contra Zapatero. La estrategia es cambiar en los Tribunales lo que no se consigue en las urnas. Y, también, exigir al adversario lo que uno no es capaz de hacer. Por ejemplo, dar explicaciones.

Pongo aquí dos párrafos del editorial de hoy del diario El País.


La experiencia indica que era necesaria la sustitución de la anterior regulación del aborto basada en supuestos por otra que lo despenalizara dentro de determinados plazos. A esta filosofía responde la ley aprobada en las Cámaras y que el Partido Popular tiene recurrida ante el Constitucional. De las declaraciones de algunos de sus dirigentes se deduce que su propósito no sería tanto impedir la aplicación de la nueva ley como replantear por completo la despenalización del aborto, y para ello pretenderían valerse del Tribunal Constitucional.
Si su verdadero programa consiste en prohibir la interrupción del embarazo, el Partido Popular debería decirlo expresamente y asumir los costes políticos. Lo que no puede hacer es intentar transferírselos al Tribunal, desentendiéndose, acto seguido, del destrozo institucional que provocaría. Adoptando esta estrategia, el Partido Popular no demuestra tanto su habilidad como su escasa lealtad al sistema constitucional.


El terco


El terco, al empeñarse en poner su voluntad por encima de la razón, tiene un punto de suicida, pero él no lo suele saber. 


El terco, al creer que su voluntad es lo único que cuenta en la vida, hace daño a los que tienen que soportar las consecuencias de su terquedad, pero él tampoco lo suele saber. 


El terco suele ser básicamente un ignorante, pero él no lo sabe.

Mado 10 / 58










jueves, 26 de agosto de 2010

Palabras




Cuando hablaba, creía que las palabras eran sólo palabras. Pero en realidad, las palabras son acciones sobre el mundo, producen efectos, tienen consecuencias para los demás y para uno mismo. Con las palabras puedes hacer daño o aliviar el mal, puedes encumbrarte ante los demás o quedar en ridículo. Es absurdo hablar por hablar. Es infantil creer que se puede decir cualquier cosa que le llegue a uno a la boca, sin medir lo que eso puede implicar.


Mado 10 / 57







miércoles, 25 de agosto de 2010