jueves, 11 de marzo de 2010

Clase


Hubo un tiempo en el que no me gustaba llamarle clase. Prefería estilo o incluso humanidad. Un ataque de ingenuidad y de igualdad muy mal entendida me hacía creer que era como caer en el clasismo llamar clase a eso difícilmente describible que hace atractiva a una persona simplemente por ser persona de una determinada manera.

Hoy prefiero otra vez llamarle clase. Estoy de nuevo convencido que hay quien se empeña en que en este mundo haya clases diferentes y que la vida tiene que convertirse en una lucha de clases. Más exactamente, este mundo parece que se divide entre los que tienen clase y los que no la tienen, y que la vida la mayor parte de las veces consiste en librarse de los que no tienen clase, en intentar quitárselos de encima o en procurar que su nefasto influjo no te haga malvivir.

Si me pides que te cuente en qué consiste tener clase, te invito a que leas lo que el gran Manuel Vicent escribió el domingo pasado en El País. Léelo aunque no me pidas que te lo cuente. Merece la pena que lo hagas y que lo pienses.

Tener clase

MANUEL VICENT

EL PAÍS - Última - 07-03-2010

No depende de la posición social, ni de la educación recibida en un colegio elitista, ni del éxito que se haya alcanzado en la vida. Tener clase es un don enigmático que la naturaleza otorga a ciertas personas sin que en ello intervenga su inteligencia, el dinero ni la edad. Se trata de una secreta seducción que emiten algunos individuos a través de su forma natural de ser y de estar, sin que puedan hacer nada por evitarlo. Este don pegado a la piel es mucho más fascinante que el propio talento. Aunque tener clase no desdeña la nobleza física como un regalo añadido, su atractivo principal se deriva de la belleza moral, que desde el interior del individuo determina cada uno de sus actos. La sociedad está llena de este tipo de seres privilegiados. Tanto si es un campesino analfabeto o un artista famoso, carpintero o científico eminente, fontanero, funcionaria, profesora, arqueóloga, albañil rumano o cargador senegalés, a todos les une una característica: son muy buenos en su oficio y cumplen con su deber por ser su deber, sin darle más importancia. Luego, en la distancia corta, los descubres por su aura estética propia, que se expresa en el modo de mirar, de hablar, de guardar silencio, de caminar, de estar sentados, de sonreír, de permanecer siempre en un discreto segundo plano, sin rehuir nunca la ayuda a los demás ni la entrega a cualquier causa noble, alejados siempre de las formas agresivas, como si la educación se la hubiera proporcionado el aire que respiran. Y encima les sienta bien la ropa, con la elegancia que ya se lleva en los huesos desde que se nace. Este país nuestro sufre hoy una avalancha de vulgaridad insoportable. Las cámaras y los micrófonos están al servicio de cualquier mono patán que busque, a como dé lugar, sus cinco minutos de gloria, a cambio de humillar a toda la sociedad. Pero en medio de la chabacanería y mal gusto reinante también existe gente con clase, ciudadanos resistentes, atrincherados en su propio baluarte, que aspiran a no perder la dignidad. Los encontrarás en cualquier parte, en las capas altas o bajas, en la derecha y en la izquierda. Con ese toque de distinción, que emana de sus cuerpos, son ellos los que purifican el caldo gordo de la calle y te permiten vivir sin ser totalmente humillado.

miércoles, 10 de marzo de 2010

La falta de sensibilidad


Leo y oigo los argumentos a favor de las corridas de toros. Se considera en ellos cualquier aspecto que interese al que los expone, pero raras veces se tiene en cuenta por quienes los exponen el sufrimiento del animal. Me aterra, me da miedo la falta de sensibilidad para el sufrimiento, para la tortura y para la crueldad y su utilización para conseguir cualquier fin, sea estético, político o económico. Esa falta de sensibilidad debe de ser la misma que se echa de menos cuando no se hace nada, por ejemplo, para acabar con el sufrimiento derivado de las situaciones de desigualdad que sufren las mujeres, o cuando se toleran o se mira para otro lado cuando sufren violencia física, laboral o psicológica. La falta de sensibilidad ante el sufrimiento y la muerte de un toro debe de ser también la misma que se hizo patente cuando montaron el episodio del Dr. Montes, en Leganés, poniendo otros intereses por encima del sufrimiento y la muerte de las personas. Fueron a lo suyo al precio que su falta de sensibilidad les permitió pagar. Da igual con los toros que con las personas. Cuando nada vale nada, para algunos vale todo. Da miedo.
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martes, 9 de marzo de 2010

Ordinariez


La ordinariez está creciendo de una manera preocupante y lleva camino de convertirse en un verdadero monstruo social. Las dos últimas veces que me he subido a un autobús he tenido que soportar los olores, los ruidos y las salpicaduras de gente que iba comiendo allí mismo un bocadillo, un bollo o una bolsa de colesterol. Las dos últimas veces que he comido en un restaurante he tenido que aguantar a dos individuos hablando de manera atronadora, como si todo el espacio del local fuese suyo y todos los comensales tuvieran que oír sus estúpidas peroratas. La última vez que he ido a un museo, al Thyssen, he visto cómo los vigilantes tenían que sisear para mandar callar a la gente que contemplaba los cuadros como si estuviera en el fútbol. La última persona con la que me crucé hoy antes de entrar en el lugar donde trabajo tosía sin taparse la boca con nada, echando miasmas al aire como quien tira confetti en el Carnaval.

Cada vez la gente tiene menos normas sociales y las pocas que le quedan no sabe por qué debe cumplirlas. Quizás esto sea lo más grave. El neoliberalismo va poco a poco prendiendo en estos seres antropomorfos empapados de ordinariez.
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lunes, 8 de marzo de 2010

Día Internacional de la Mujer


Hoy es el Día Internacional de la Mujer. Es un día necesario porque todavía desgraciadamente hay que recordar que muchas mujeres no son tratadas en nuestro mundo como seres humanos, como lo que son. Desde hace mucho tiempo, la sociedad está organizada por los hombres y para los hombres. Las mujeres han empezado a reaccionar cada vez con más fuerza, intentando que las discriminaciones que sufren en todos los aspectos sociales sean anuladas. El camino es difícil, porque no se trata sólo de remover las conciencias de los hombres, sino también de muchas mujeres que admiten como normal un machismo que tienen asumido sin criticarlo. Ojalá llegue el día en el que no sea necesario celebrar el Día de la Mujer, sino el de los seres humanos. Mientras tanto, más que desearles a las mujeres muchas felicidades, prefiero desearles muchas igualdades. Son las metas que hay que ir consiguiendo.






domingo, 7 de marzo de 2010


¿A qué responde la negación continua, el insistente poner pegas a cualquier propuesta, el pertinaz ofrecimiento de alternativas a cualquier solución?
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viernes, 5 de marzo de 2010

El tercer hombre


Si te vas a la guerra con las gafas de cerca, es posible que confundas al adversario con el amigo que crees que se ha equivocado. Intentarás, entonces, acabar con él, porque a la guerra se va a acabar con el otro.

Pero si te vas con las gafas de lejos, además de ver al amigo equivocado, tendrás en cuenta también las consecuencias de su derrota y entonces es posible que comprendas que tu victoria a quien realmente beneficia es al tercero, al verdadero adversario, a tu adversario y al que lo es también de aquél a quien has derrotado. Quizás te des cuenta de que es a él a quien le has hecho el juego y con el que has colaborado en la lucha, aunque no te hayas dado cuenta. Hay veces que por no mancharse uno los zapatos de agua, camina por el fango que hay alrededor del charco y terminas ensuciándote más.

jueves, 4 de marzo de 2010

La lideresa


Con el disfraz puesto soy modosita. Parezco educada. Ejerzo de lideresa. Tengo una imagen cuidada. Soy capaz de resultar atractiva, pero sin afectar a la dimensión sexual de los hombres, sino a sus deseos de poder, en donde sé que ven en mí una aliada. A los que no quieren poder, sino seguridad, les explico bien lo que quieren saber, sin que se den cuenta, ni por asomo, de que no es eso lo que necesitarían saber. Soy la eterna servidora de todos.

Pero sin el disfraz soy otra. Diría que soy yo, sin necesidad de depender de la opinión de esa chusma deseosa de poder, de dinero o de nada. Me pillan a veces diciendo tacos, pero ¿qué sabrán ellos de lo que quema y agota ejercer el poder? Se asustan cuando llamo hijoputa al que es un verdadero hijoputa. ¿Saben ellos lo que es aguantar un día y otro a esta peste de aspirantes sin clase, sólo con verborrea, y capaces de dialogar hasta con el enemigo? Se escandalizan cuando veo una de esas estatuas modernas que se empeñan en poner en las rotondas y digo que es una puta mierda. No se dan cuenta de lo malo y lo estúpido que es lo moderno. No saben nada de nada.

Y lo peor de todo es no poder quitarme el disfraz, los disfraces de cada día. Necesito que siga siendo carnaval para poder disfrazarme de mí misma y poder seguir llamando hijoputa al que me pete y seguir diciendo que el arte moderno es una puta mierda y volver a poner cuando me dé la gana en situaciones difíciles a los alcaldes deseosos de que los siga poniendo en las listas. No quiero más disfraces. Viva el carnaval.

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miércoles, 3 de marzo de 2010

Metáfora


En el fondo, tu destino, como el de todos, es convertirte en una metáfora de algo. Pero no serás una metáfora de lo que tú quieras ser, sino de lo que quiera la gente, de lo que la gente vea en ti. Porque tú no eres el dueño de tu imagen.

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