El mundo actual, tan tecnológico, está
dominado por la velocidad. Nos trasladamos en los medios de
transporte a gran velocidad. Todo lo que aparece en la televisión
transcurre a gran velocidad. Manejamos ordenadores y máquinas que
funcionan a gran velocidad. Comemos a gran velocidad. Hablamos a gran
velocidad. Juzgamos a gran velocidad. Todo cambia a gran velocidad.
Vivimos a gran velocidad.
Había filósofos en la Grecia antigua
que defendían la idea de que el hombre era la medida de todas las
cosas, que el mundo debía estar hecho a la medida del hombre. Pero
el hombre no está hecho para soportar todas esas velocidades. Por
ejemplo, no se puede pensar a tanta velocidad, ni se puede leer, ni
escribir, ni pintar, ni saborear ni mirar a tanta velocidad.
Me preocupan los más jóvenes. Se han
acostumbrado a concentrarse sólo ante lo que discurre a gran
velocidad y cuando se ponen delante de un libro, que lamentablemente
para ellos no se mueve, o ante un cuadro, o ante una película de una
cierta lentitud, entonces se aburren, porque parece que aquello ya no
es de su mundo. No sé qué va a ser de ellos. Crearán seguramente
un mundo distinto, pero no sé si será a medida humana o no.