Desde muy pequeña, Valerie mostró una inclinación natural hacia la música, influenciada por su entorno familiar. Su padre, Alvin Capers, era un ávido amante del jazz, y su hermano, Bobby Capers, se convertiría en un saxofonista reconocido en la escena del jazz. Sin embargo, su vida dio un giro inesperado cuando a la edad de seis años perdió la vista debido a una enfermedad. Lejos de permitir que esta discapacidad la definiera, Valerie encontró en la música una fuente de consuelo y fortaleza. También la música en su caso fue sinónimo de esperanza...
Puedes leer el artículo de Marta Muñiz Rueda pulsando aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Puedes expresar aquí tu opinión.