Escucho lo que dicen. Observo lo que hacen. Me fijo en la manera de tratar a los ciudadanos, que son los que les pagamos para que gobiernen, no para que se beneficien ellos. Soy sensible al tono que emplean cuando dicen algo. Me doy cuenta de sus silencios, de sus ausencias, de su horror a que les pregunten, de las contradicciones entre lo que dicen y lo que hacen. Tomo nota de las maniobras que hacen y que no todos los medios de comunicación reflejan fielmente. Fácilmente detecto las manipulaciones que efectúan, las barbaridades que hacen y dicen sin rubor. Siento vergüenza ajena viendo cómo sobreactúan para hacer pasar una cosa por su contraria. Me duele la cantidad de veces que me he sentido tratado como un tonto al que intentan colar lo que a ellos les interesa.
Así que he tomado la determinación de entender justamente lo contrario de lo que diga alguien del PP cuando hable. Cuando digan que saben lo que hay que hacer, entenderé que no tienen ni idea, porque si la tuvieran, lo harían. Cuando le echen en cara a los demás algo negativo, entenderé que lo negativo lo tienen ellos y que quieren desviar la atención de los incautos para así irse de rositas. Cuando digan de los demás que improvisan, que son corruptos, que han mentido, que no buscan el interés de todos, que no es bueno que suban impuestos o cualquier otro asunto que se les ocurra, entenderé justamente lo contrario de lo que digan. Ni quiero que me tomen por tonto ni quiero volverme loco oyendo una cosa y viendo la contraria.
Deberías pensarlo. Son muy peligrosos.
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