El conocimiento racional genera personas prudentes, que suelen acabar siendo sabias.
La ignorancia genera personas atrevidas, de donde afloran los catedráticos de bar.
El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
El conocimiento racional genera personas prudentes, que suelen acabar siendo sabias.
La ignorancia genera personas atrevidas, de donde afloran los catedráticos de bar.
Lamentable realidad la de las violencias contra las mujeres.
Los culpables son esos hombres que comienzan siendo machistas y terminan siendo violentos.
No basta con compadecerse de las mujeres violentadas. Toda la solidaridad con ellas es poca, pero los responsables, los protagonistas, los que tienen que cambiar su comportamiento son los hombres machistas que terminan siendo violentos.
Hay que tomar medidas políticas frente a este problema. Todo el peso de la ley debe caer sobre estos violentos, y toda la ayuda, sobre las mujeres.
Es intolerable que haya grupos políticos que quiten importancia a este problema. Se convierten en cómplices.
Las violencias contra las mujeres son un problema de terrorismo, pues los violentos usan el terror para dominar a las mujeres.
La solución a largo plazo es la educación, pero hay que tomarse muy en serio la manera de educar, tanto en la escuela como, sobre todo, en casa, porque es uno de los problemas más importantes que tiene hoy la sociedad.
En este mundo en el que estamos hay asuntos que tienen mucha importancia, pero también una cierta dificultad. Uno de ellos es el de tener la suficiente sensibilidad como para captar y asumir los valores que nos construyen como seres humanos y que permiten construir un mundo mejor. Otro es, una vez asumidos unos valores, establecer razonadamente, no por mero interés, unas preferencias de unos sobre otros, una jerarquía de valores válida en cada caso.
Por ejemplo, ante una enfermedad contagiosa, una persona puede poner como prioritario el valor de la salud, tanto la suya como la de los demás, y consecuentemente se vacunará; otra, en cambio, considerará que su derecho a no medicarse más que cuando le dé la gana es superior al valor de la salud propia y de los demás. O también, un Gobierno puede considerar prioritario el valor de la salud de la población y unos jueces creer que por encima de ese valor está el derecho del que no se quiere vacunar a poder moverse libremente por donde quiera, aunque así contagie a muchos.
Cada cual justificará sus posturas con las oportunas razones, pero, por lo que se ve, es muy difícil hacerlo de manera convincente para que beneficie también a cualquier persona que esté más allá de la propia piel. La propia piel es la barrera ideológica, intelectual y moral de un número cada vez mayor de personas.
Siempre recurrimos a un objeto -normalmente un libro- o a una persona con la esperanza de encontrar una respuesta que necesitamos y que nosotros no tenemos. Hay quien recurre a la Biblia, a El lobo estepario, a algún libro de Paulo Coelho o al amigo que parece sensato. Creo que el gran recurso de todo ser humano debe ser la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Ahí está el fruto de la reflexión de representantes de la mayoría de los países que existían en 1948: los derechos que tenemos todos, que nadie nos puede quitar y que a nadie le podemos quitar.
Puedes leerla aquí: https://www.un.org/es/about-us/universal-declaration-of-human-rights