Carta al Director aparecida en El Pais del 23 de febrero de 2015
Cuando hablamos de sexo nos estamos refiriendo a características anatómicas y fisiológicas que están presentes, de forma diferenciada, en hombres y mujeres; aunque sin olvidar a muchas personas que también pueden poseerlas de forma conjunta y teniendo en cuenta que el sexo se construye también culturalmente de acuerdo a nuestros intereses o preferencias. No nos viene dado de forma “natural”.
Con el término género indicamos la construcción sociocultural particular y la interpretación jerarquizada y valorativa que se hace de los comportamientos, actitudes, atributos, sentimientos, actuaciones, rasgos, etcétera, de los seres humanos de acuerdo a su sexo y que, habitualmente, los divide en dos rígidas mitades, hombres y mujeres, sobre la base de relaciones de poder. La noticia de que “los neandertales ya separaban por géneros” resulta así totalmente inexacta, máxime cuando los investigadores no hablan nunca de división de tareas por género sino por sexo. Además, no existen dos géneros sino una estructura social establecida por género que implica a los hombres, a las mujeres y las relaciones que se establecen entre ellos.
Los neandertales podían separar las tareas por sexos, de acuerdo, pero no podemos saber si existía una valoración diferente para cada una de ellas ni una atribución marcada por relaciones de poder y subordinación, lo que nos hablaría de separación genérica. Lo políticamente correcto lleva con frecuencia al error de sustituir meramente el término sexo por el de género. Nada más lejos de la verdad.— Belén Cabello Tarrés. Profesora de Salud y Género de la Universidad Autónoma de Madrid.