Una de las características de este
mundo -o lo que sea- actual que más me desgarra la mente es que todo
se está convirtiendo en un negocio. El amor se entiende con
demasiada frecuencia como un negocio. La cultura es tratada como un
negocio. El ocio, que comenzó siendo lo contrario del negocio, ha
caído también en las redes de su oponente. La política se
desenvuelve demasiadas veces no en clave de pacto, sino en la de negocio
agresivo. El triunfo en la vida se entiende cada vez más como el
triunfo en algún negocio. Esta sociedad necesita vendedores de amor,
de cultura, de ocio, de política, de cualquier cosa para que
triunfen los negocios. Las calles, la televisión o internet están
rebosantes de oportunidades de negocios. El solitario que se pare y
observe el paso de la comitiva de los negociantes se dará cuenta de
que las orillas del camino quedan llenas de valores humanos
maltrechos, que no se pueden comprar ni vender.
Buenas noches.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Puedes expresar aquí tu opinión.