El odio es un arma de destrucción masiva. El odio destruye la sociedad y a las personas. La maldad del odio se advierte en la cara de quien odia, en sus gestos, en sus palabras, en su mirada. Es imposible establecer relaciones constructivas, humanas, felices con quien odia. Quienes odian terminan odiándose entre sí. Los creyentes que odian se van a condenar. Los no creyentes que odian nos van a condenar a los demás. Nadie que merezca la pena reconocerá nunca una virtud en quienes odian, porque el odio es como un tinte indeleble que mancha todos los actos de la persona que odia. Si odias, sal del odio. El odio es como una cárcel que encierra tu vida. Sal de la cárcel. No merece la pena vivir así.
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