11 de marzo de 2020
En una dictadura los ciudadanos cumplen las normas porque desde fuera le obligan a hacerlo. Les gusten o no las normas, quieran o no quieran cumplirlas, no tienen más alternativa que hacerlo si no quieren que caiga sobre ellos el peso de la autoridad dictatorial.
En una democracia los ciudadanos cumplen las normas por convencimiento. No es que desde fuera les obliguen a cumplirlas, sino que se sienten parte de una colectividad y entienden que para que el grupo funcione todos deben cumplir una serie de reglas. Esto lo sabe cualquiera que haya trabajado en grupo. Ello implica que les tienen que explicar la racionalidad de esas normas, el porqué deben seguirse, porque solo así podrán convencerse y cumplirlas de buen grado.
Esto implica, por una parte, que en una democracia al ciudadano hay que explicarle con argumentos racionales, y no con tonterías, por qué debe seguir ciertas normas. Y, por otra, que el ciudadano adopte una actitud democrática y no dictatorial, es decir, que ponga de su parte lo necesario para procurar entender, que no crea que solo vale lo que él piensa y que sea capaz de escuchar críticamente, pero escuchar, a quien sabe y a quien tiene responsabilidad en el gobierno de la sociedad.
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