Viví una época en donde para bastantes personas era importante la buena voluntad. Los logros, también, pero sobre todo cobraban valor en un buen número de ellas las buenas intenciones, los buenos deseos, pero con un aire colectivo, social. Existían también los personajes individualistas y los trepas, pero los otros eran un grupo que crecía. En la sociedad civil muchos trabajaban para todos. Había estructuras en las que se establecían relaciones entre muchas personas y se pensaba en ellas y en los demás. En el mundo actual, tan rebosante de individualistas, tan habitado por golfos egoístas, en donde los demás cada vez importan menos, en donde lo importante es lo mío y que lo mío crezca como sea, da igual la manera, ese otro mundo del que hablo no sé si se concebirá o se entenderá con facilidad. Aquel mundo social tenía algún aspecto que hoy no sería aceptable, como la falta de libertades o la presencia casi constante de la Iglesia en casi todo lo que se hacía, pero la que era una persona buena lo era a pesar de esas estructuras que hoy se considerarían poco democráticas y antiguas. Por eso cuando veo a personas que aún viven y que eran activos en aquella época, relativizo sus actos y los valoro dentro de lo que era su mundo. No tenían ideas muy racionales, mentalmente quizá estaban algo atrasados, pero tenían buena voluntad. Ahora veo crecer el grupo de quienes tampoco son muy racionales, siguen bastante atrasados, pero carecen de cualquier atisbo de buena voluntad. Kant, para construir su sistema ético, partía de la buena voluntad. Hoy no lo podría haber elaborado.
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