No busques la belleza que se acaba, la que te embauca unos años y luego se va y te quedas con la mirada vacía y el recuerdo ardiéndote en la imagen deseada del pasado.
No busques repetir lo que viviste y que tanto gozo te produjo. Nadie encuentra dos veces el mismo tesoro ni tampoco el placer se enamora de ti como para que vuelva a buscarte.
No busques lo aparente. Las piedras suelen ocultar el frescor veraniego y el calor invernal del interior del palacio. Y ambos reconfortan más que las piedras.
No busques tampoco lo profundo ni lo oculto. Aunque valen más que lo aparente, son fatigosos de encontrar y te conducen sin esfuerzo al desierto de la decepción.
No busques nada. Nos dijeron que había que buscar tesoros, pero no nos dijeron que los tesoros no se buscan, sino que se encuentran.
Todo lo valioso de esta vida se encuentra sin buscarlo. Encontraste la vida, y tu paisaje, y tu pareja, y el amor, y los amigos, y la belleza, y la alegría y no los buscaste.
Y te encontraste tú un día, sin que te lo propusieras. Y la vida te salvó de la desesperanza cuando no te lo esperabas. Y te encontrarás la muerte cuando sea ella la que lo quiera.
No busques nada, pero lo que encuentres cuídalo, porque ese es el tesoro del que hablaban. Ámalo como si eso que te muestra la vida fuera tuyo.
Encuentra, pero no busques. No le quites a la vida su sorpresa, porque morirás sin querer en la rutina.
No busques, pero...
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