No
quiero auriculares. Lo que quiero es oír la vida real, el viento,
las hojas que se mueven en los árboles, los pájaros, el crujir de
las hojas al ser pisadas en el suelo. No necesito auriculares, pero
en los transportes públicos voy a usar dos buenos tapones para los
oídos, que me eviten tener que tragarme películas que un cretino
está viendo en el móvil con el sonido liberado, partidos de fútbol
de cualquier equipo alienante o conversaciones estúpidas que no
deseo soportar. Esta mierda de neoliberalismo les ha hecho creer que
lo público pueden usarlo como si fuera privado y lo están
destrozando todo.
Buenas noches.
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