La
vida ayer me obsequió con dos abrazos. Uno, de I.E., y otro de M.E..
Un
abrazo es una manifestación de cariño de la mejor calidad posible.
En
un abrazo uno entrega su cuerpo sin reservas a la otra persona, para
que aplique sobre él su fuerza, sus caricias con sus manos, sus
mejillas, sus besos, sus emociones, sus palabras y su tiempo. El cuerpo que te recibe se convierte por un rato en tu refugio, en tu hogar transitorio, en tu apoyo, en tu mundo compartido.
A la
vez, la otra persona entrega también su cuerpo y uno lo puede
acariciar con las palabras, hablarle con las manos, susurrarle lo que
le salga de la vida, mostrarle lo que quiere que sepa, dar cobijo,
hacer que la otra persona sepa que el abrazo es una entrega, que,
además del cuerpo, se está entregando el cariño, o sea, uno mismo.
Los
abrazos acercan, igualan, relajan, emocionan, te permiten querer,
hacen que te sientas querido y expresan, como ninguna otra acción
puede hacerlo, que el sentido de la vida está en el amor, en el amor
mutuo, en el amor a los otros, en el amor a la vida y en su
expresión.
Deberíamos
abrazarnos más.
Buenas noches. Un abrazo.
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