A fuerza de no pensar nos vamos
quedando atrás, nos estamos volviendo viejos antes de tiempo,
perdemos criterios, desaparece nuestra capacidad para evitar que nos
engañen, nos confundimos con frecuencia de enemigos y vamos creando
un mundo viejo, lleno de viejos de cualquier edad y con rutinas
viejas, vacías de ideas y carentes de todo futuro.
Los viejos no suelen saber. Se pararon
hace tiempo en lo que les venía bien y ahí se quedaron. Hablaba no
hace mucho tiempo con un constructor muy rico y me decía que
invertía en inmuebles todas sus ganancias. A mi pregunta de por qué
no invertía en bolsa o en fondos, cosa que podía ser muy rentable
para él, me contesto diciendo que él de eso no sabía nada y que
prefería moverse en el terreno que conocía. Me pareció que se
había parado en cuanto sus intereses se vieron satisfechos. Hoy, sin
embargo, es menos rico y no tiene un futuro de crecimiento a la
vista.
Algo parecido está pasando en la
política. Si Rajoy hubiese ido al debate de ayer, hubiese quedado
descolocado, no tanto por su edad biológica, sino por su mentalidad
vieja frente a lo fresco que ofrecían los otros tres. Fresco no
quiere decir necesariamente mejor, pero al menos era algo diferente,
en muchos casos, que merecía la pena considerar. El mismo Rajoy, que
suele ser muy simple en lo que dice y mucho menos simple en lo que a
veces hace, lo reconocía diciendo que él va sólo a los debates de
toda la vida. Como siempre que habla Rajoy, esconde tras sus palabras
razones más reales. Encubría, a mi entender, el miedo a la osada
juventud, a lo diferente, a que le saquen las vergüenzas en público
o a que le consideren como uno más, siendo él lo que es. Y esconde
también, según lo veo yo, el rechazo que un estilo verticalista,
impositivo, cauasidictatorial, como el suyo y el de numerosos
miembros del PP, siente ante un debate con quienes a veces le
adelantan en las encuestas y que pueden ir a las raíces más reales
de los problemas.
Yo creo que esta es una de las claves
de que, a pesar de la cantidad enorme de mentiras que han soltado
Rajoy y los suyos desde que aparecieron, de los destrozos que han
realizado en sectores tan cercanos a los ciudadanos, como la sanidad,
la educación o las pensiones, de las contradicciones tan sangrantes
que ha sufrido el país -dicen que van a bajar los impuestos, pero
luego los suben-, a pesar de todo ello, esta actitud mandona,
ordenante, totalitaria que exhibe Rajoy es la que conecta con un
electorado que se dice demócrata, pero que ha perdido su capacidad
crítica, se ha olvidado de la posibilidad de descubrir que le están
manejando y se entrega, pase lo que pase y aunque le perjudique, a
quien le va a obligar a hacer lo que él quiera. Decir que se es
demócrata, pero vivir con tics dictatoriales es más común de lo
que creemos en nuestro país. Hay una vejez difícilmente superable.