Hoy tuve la oportunidad de asistir en
el Congreso de los Diputados a un homenaje que se le hacía, a
instancias de la Fundación Cultura del Sur, a los ponentes de la
Constitución, a los que sumaron a Fernando Abril Martorell, que fue
vicepresidente del Gobierno con Adolfo Suárez, y a Alfonso Guerra,
presidente de la Comisión Constitucional. Ambos participaron
activamente en la gestación de la Constitución de 1978.
El acto fue presidido por Jesús
Posada, que ocupa el cargo en el Congreso, junto con Pascual Sala,
presidente del Tribunal Constitucional, Manuel Robles, Alcalde de
Fuenlabrada, Eduardo Madina, presidente del Grupo Parlamentario
Socialista y por el encargado de Inmigración de la Comunidad de
Madrid, cuyo nombre lamento no recordar.
Hablaron varios de los asistentes, pero
salvo Eduardo Madina, parecía que no tenían más interés que el de
cubrir el expediente, sin preocuparse de que alguno de los asistentes
sacase algo útil de sus parlamentos. Afortunadamente fueron breves y
el acto se hizo llevadero.
Pero ¿cómo estará la situación de
viciada, de forzada, de tensa, que ninguno de los homenajeados
asistió al acto? Ni los ponentes vivos ni Alfonso Guerra
consideraron oportuno aparecer, no sé si para no tener que hacer
declaraciones o por cuestiones laborales, que es lo que adujeron casi
todos. Miquel Roca envió una carta en la que apelaba al espíritu de
diálogo y de consenso de la Transición y se acabó el asunto. En
este sentido, más deslucido no pudo resultar el acto.
Lo que más me agradó fue que a los
alumnos que me acompañaban les gustó acudir al Congreso.
Insistieron en hacerse una foto con Gaspar Llamazares y con Eduardo
Madina y querían una también con el presidente del Congreso. No sé
si de estos detalles cabe entresacar alguna esperanza.