Ayer estuve en la Puerta del Sol. Quería saber lo que había, lo que se hablaba, lo que se proponía. Había de todo, se hablaba de todo y se proponía de todo. Sobre todo, se hablaba mucho de todo y esto es bueno porque pone encima de la mesa lo que antes estaba como oculto.
Terminé un tanto confundido. Unos decían que había que votar, pero responsablemente. Otros, la mayoría, reclamaban más trabajo. Otros mantenían que el pueblo puede funcionar solo, sin necesidad de los partidos políticos. Otros se empeñaban en que el PP y el PSOE son lo mismo. Otros cargaban contra la ley Sinde. Otros exigían que la sociedad funcionara de manera asamblearia. Vi feos detalles de la crispación que se ha querido instalar entre nosotros en la cara y en el estilo con los que algunas personas mayores discutían con algunos de los jóvenes.
Todos estaban descontentos. Yo, también. Lo que no sé es cómo compaginar prácticamente tantas propuestas contradictorias. Noté cierta simplificación, cierta simpleza en los planteamientos y en las consignas. Es verdad, sin embargo, que hay que empezar por algún sitio y que hacer que la gente debata en la calle es muy bueno. Allí se explicaban las propuestas y se discutía, como no han hecho los partidos desde hace mucho tiempo y como deberían haberlo hecho. Se respiraba el aire de una cierta micropolítica, ajena a la lejana macropolítica al uso que ha terminado por cabrear a los ciudadanos. Tuve también la sensación de estar en una especie de mercadillo medieval de ideas, en donde se mezclaba una práctica artesanal con unas necesidades reales. Me pareció oler también a soledad, a soledad personal en muchos de los que estaban allí, pero también a soledad económica y política, la de unas personas que han sido abandonadas en nombre de grandes ideas y de grandes poderes también reales. Lo que convierte la democracia actual en irreal es la lejanía, la distancia entre los políticos y el pueblo, entre las soluciones y las necesidades.
No sé qué pensar. Me duele el enorme favor que se le va a hacer a la derecha poniéndose a hacer este tipo de pedagogía en una campaña electoral. El leninismo latente del cuanto peor, mejor me parece un punto de crueldad añadida en estas circunstancias. Pero entiendo la necesidad de este grito. Hay problemas reales de todo tipo, algunos de los cuales están expuestos allí, en Sol. ¿Cómo salir hacia alguna solución? Habrá que hacerlo, habrá que construirlo, como todo. ¿Se les puede pedir a los congregados en Sol que aporten soluciones? ¿Pretenden ellos dar alguna? ¿Cómo compaginar un mundo globalizado, sobre todo en lo económico, con el grito de Sol? Ojalá que en este Sol se pueda encender alguna luz.