¿Por qué hay personas que se abrigan con ropas fabricadas con pieles de animales? Muchas de estas personas no conocen el sufrimiento atroz que se infringe a los animales para obtener sus pieles. Otras lo saben, pero no tienen la sensibilidad necesaria para condenar estas prácticas. ¿Por qué hay personas que van destrozando la naturaleza, a veces para obtener beneficios y otras porque sí, porque se creen con el derecho a hacerlo? ¿Por qué se ponen en peligro y se eliminan especies por sobreexplotación o por vertidos tóxicos? ¿Por qué sufrimos las consecuencias de un efecto invernadero generado por la actividad humana? ¿Por qué el debilitamiento de la capa de ozono está poniendo en peligro nuestra salud?
Las respuestas a todas estas preguntas son complejas y tienen matices muy variados, pero por debajo de todas ellas late una idea antigua, trasnochada y peligrosa: la de que el humano es el ser más importante de la Naturaleza -el ser más importante de la creación divina, decían los medievales-, el rey del mundo, el ser a cuyo servicio debe estar toda la realidad.
Este antropocentrismo, que tantas vidas de seres de la naturaleza, incluidas las humanas, ha costado, debería ya haber sido criticado y rechazado por las mentes de los seres humanos del siglo XXI. Cualquier ser humano actual, que haya sido educado en un pensamiento racional sano y en una ética ecológica libre de supersticiones y de preceptos religiosos irracionales, debería tener claro que el ser humano es un ser más de la Naturaleza, no el principal ni el más poderoso, sino uno más. Más complejo, si se quiere, con más posibilidades, pero también con más responsabilidades y con más capacidades para actuar sin tener que seguir pautas brutas propias de seres menos dotados que él.
No hay manera de que el ser humano actúe respetando la Naturaleza como no se base en valores culturales como el respeto y la igualdad. El neoliberalismo económico y mental en el que estamos inmersos, muchas veces sin ser conscientes de ello, propone como normal el uso y el abuso de la Naturaleza para obtener beneficios en favor de los usuarios. Una ética humana, ecológica, igualitaria, respetuosa y con un futuro vivible por todos nunca podrá justificar estas prácticas ni considerará al ser humano como el eterno privilegiado de la Naturaleza. Somos uno más entre todos. Todos tenemos derecho a ser.