jueves, 6 de septiembre de 2012

Esperanza Aguirre, otra vez.



El vídeo que se adjunta es una muestra más de la impresentable forma de ser de doña Esperanza Aguirre Gil de Biedma, Condesa consorte de Murillo, Grande de España y, circunstancialmente, presidenta de la Comunidad de Madrid.

En lo tocante a las formas, la señora presidenta se muestra, en este caso y en muchos otros, como una persona soez y maleducada. Estas formas parecen denotar una chulería castiza impropia de una persona pública con responsabilidades de gobierno, sobre todo porque la chulería y la imprudencia son vecinas y generalmente residentes en lugares no muy recomendables. Dado que los ciudadanos menos dados al análisis de sus conductas suelen reproducir miméticamente lo que ven en televisión que hacen y dicen los personajes públicos, la señora presidenta debería horrorizarse no sólo ante este caso, sino ante tantos otros en los que se muestra cercana a la chabacanería, como cuando habla de los funcionarios, de los profesores, de los partidos finales de la Copa de fútbol o, incluso de sus colaboradores, a los que llama burros en un alarde desgraciado de gracia popular. Quizá sea este el modelo de ciudadano que quiere implantar en la sociedad. Cualquiera sabe.

En cuanto al contenido, la señora presidenta parece que no tiene tampoco ningún inconveniente en mostrar su ignorancia sobre cualquier tema. Con un gusto mal construido, una sensibilidad impropia de su lugar en la escala evolutiva, una horterez que le sale por las costuras y unas expresiones de cateta irredimible, opina sobre todo lo que se le ponga delante, sepa o no algo de ello. Y esta vez le tocó a la arquitectura. Tiene el mal gusto de ir juzgando por ahí, en lugar de procurar aprender de lo que ve. Y, además, lo hace de la manera más grosera y menos delicada imaginable y jugando con conceptos tan poco afortunados como la pena de muerte, que ahora le da por pedir para los arquitectos. Luego, no pide que los posibles ofendidos la disculpen, sino que se disculpa ella sola, puesto que ella es quien es y puede decir y desdecir cuanto le venga en gana. Ya se le olvidó, imaginamos, lo mal que le sentó que los estudiantes desearan que se muriera en la inauguración del curso escolar, porque con sus palabras empeoró la cuestión: no es lo mismo desear que alguien se muera que querer aplicarle la pena de muerte, aunque no se sabe si la señora presidenta, a la que hay que tolerarle todo, pero que ella, en cambio, no tolera más que lo que le interesa, tendrá la sensibilidad suficiente como para captar el matiz.

La señora presidenta parece que tiene el poder incrustado en todas y cada una de sus células y cree que eso le lleva a poder hacer y decir todo lo que le dé la gana, tenga o no tenga sentido, haga daño o no lo haga, dé muestras de un comportamiento ejemplar o de una actitud reprobable. Ella es el poder y considera que con su libertad todo lo puede, pase luego lo que pase. Es lo que tienen los neoliberales profundos.

3 comentarios:

  1. Odio a esta señora desde lo más profundo. Porque podría no estar de acuerdo con sus ideas políticas, cosa que me pasa con buenos amigos míos, pero respetarla por su comportamiento ejemplar a la ciudadanía. Lamentablemente, eso no es así: es chabacana, chula, insultante, irrespetuosa, irresponsable, soez, vulgar, insensible y, ante todo, un ser humano pésimo. Podría aplicarle la pena de muerte a sus ideas retrógradas, ultraconservadoras y antihumanas: el mundo y la comunidad que preside irían mucho mejor sin ellas.

    Yo no sé qué pensar ni qué decir. Yo no sé si obviarla o tener paciencia. Yo no sé si manifestarme y gritar que se muera o retirar mis ojos de su imagen. No sé nada. Porque esta señora solo me crea confusión e impotencia. Aiss.

    Aún así, te mando un beso, Manuel.
    Y estoy de acuerdo en lo que dices.

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  2. La vida está para intentar vivirla, no para perderla pensando o viendo lo que los roedores destrozan en las cloacas. Haz lo que quieras, pero con alegría y con ilusión. ¿A que todo salió bien? Un beso grande.

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  3. Todo va saliendo bien. Con alegría y con ilusión.
    Un beso fuerte.

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