Hay movimientos sociales actualmente en
España que se caracterizan por su excelente voluntad, pero también,
me parece, por una ignorancia enorme en el uso de la estrategia y por
el planteamiento de los cambios deseados desde fuera de los agentes
políticos.
Oigo consignas que calan entre cierto
público que dicen que los partidos no nos representan o que el PP y
el PSOE son lo mismo, por poner dos ejemplos muy difundidos. Las
consecuencias obtenidas con estas máximas son una profunda división
en la izquierda, un desencanto entre sus votantes y una victoria
histórica del PP, cuyos correligionarios, en cuanto hay elecciones,
siempre van a votar en defensa de sus intereses y de sus privilegios.
Detecto también una negativa al
bipartidismo, que no parece que se decante por una tercera opción
clara y concreta, sino que es más bien un rechazo a los dos partidos
mayoritarios. Posiblemente la ingenuidad o el desconocimiento hagan
suponer a los que rechazan el bipartidismo que cualquier otra cosa es
mejor. La consecuencia de esta actitud tan temeraria y tan difusa es,
de nuevo, el auge de otra derecha, la de UPyD. No sé si pensar que,
de nuevo, se han conseguido los objetivos.
Cuando veo estas actitudes, pienso en
la importancia de generar los cambios desde dentro de los órganos
representativos, si no se quiere perpetuar a la derecha en el poder,
y en el eterno agradecimiento que la derecha tendrá hacia ciertos
agentes sociales por los servicios prestados.
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