domingo, 22 de julio de 2012

El fumadero de Rajoy


Me he desvelado esta noche a causa de un PIS (Pensamiento Imaginativo Singular) sobrevenido, que me ha dejado los ojos enrajoyados y me ha generado una percepción paranadanormal.

De pronto se me ha iluminado la mente y he visto con todo detalle la estancia del Palacio de la Moncloa que usa el señor Presidente del Jodiendo, don Mariano Rajoy, para fumar puros. Es un cuarto pequeño, situado en un lugar recóndito del Palacio, en donde el eximio inquilino pasa buena parte de su tiempo. Tiene instalada en el centro de una de sus paredes una silla articulada y perfectamente automatizada que produce un movimiento como de ahora voy / ahora vengo, muy en consonancia con la personalidad del actual usuario. Es un balanceo pausado, en perpetua indecisión, que concreta su existencia en ese cansino ir y venir para quedarse siempre en el mismo sitio. Sobre la silla y un poco delante de ella tiene instalado un mecanismo de penetración y retroceso, del que pende un puro encendido y suspendido por unos hilos metálicos que forman el artefacto en cuestión. El puro está situado en una posición tal que, cuando se acerca a donde se encuentra el señor Presidente del Jodiendo, don Mariano Rajoy, le penetra suavemente en los labios y permanece allí el tiempo necesario para que su señoría le extraiga sus entrañas más gustosas y sus humos más perniciosos. Pasados estos instantes, el puro inicia su marcha atrás, con la misma suavidad con la que penetró, para que la ceniza no caiga en los pantalones del señor Presidente del Jodiendo, don Mariano Rajoy. Llegado el puro al punto de máxima lejanía, una pieza metálica y cilíndrica en forma de dedo le suministra unos suaves toques para que la posible ceniza caiga en un receptáculo apropiado y no manche el suelo de la estancia. El artefacto se completa con una pieza móvil, en forma de mano articulada, sensible a la voz humana, que se activa con un sonido de garraspera y que acaricia suavemente la cabeza del señor Presidente del Jodiendo, don Mariano Rajoy, cada vez que éste sufre el ataque de algún pensamiento relacionado con la situación del país.

Frente a todo este aparataje, una máquina proyecta en la pared la Historia Interminable
de los goles del Real Madrid, con la que el señor Presidente del Jodiendo, don Mariano Rajoy, alivia sus tormentos y deja que otros arreglen los problemas de los ciudadanos o, preferiblemente, que se pudran, bien los problemas o bien los ciudadanos.

En el fumadero del señor Presidente del Jodiendo, don Mariano Rajoy, hay mucho humo porque él no quiere que salga al exterior, para que nadie, salvo los más allegados, sepan dónde está su refugio. Por allí pasan de vez en cuando los ministros y las ministras a evacuar consultas o a llorar.

No todos soportan bien el humo de la estancia. Uno de los que sufre más los efectos colaterales del puro es don Mariano Montoro, ministro de Hacienda, que suele salir muy colocado de la reunión y profiere luego expresiones de mucho reír, como esa que dice que los cuadernos de los alumnos no son material escolar, o como cuando llama retraimiento del sueldo a la supresión de la paga extraordinaria de los funcionarios. Luego, cuando se le pasa el colocón, como no se acuerda de la gracia que hizo a la salida, suele decir lo contrario de lo anterior, con lo cual hace aún más gracia, sobre todo a los Mercados, que gozan de forma sustanciosa con él y muestran su regocijo haciendo sonar con estruendo la prima de riesgo.

En cambio, al ministro don Mariano de Guindos, también del clan neohiperliberal, como el anterior, no le sienta nada bien el humo y sale del fumadero como malhumorado y con cara de asco, soliendo dedicarse a decir lo contrario de lo que haya dicho un poco antes don Mariano Montoro.

A la ministra doña Mariana Mato, el humo le produce una confusión muy seria en el habla. Si tiene que intervenir en público después de pasar por el fumadero, es muy probable que se le trabe la lengua, que diga incoherencias, inexactitudes e impropiedades, aunque siempre con una gran naturalidad, como si fueran propias de su estado normal.

Doña Mariana Báñez, también ministra del clan, suele perder los papeles cada vez que acude por algún motivo al fumadero. Acostumbra a salir muy contenta de él y su problema con los papeles es que, más que perderlos, los envía a periódicos afines, como la que manda besos a los admiradores. Después, como quien no quiere la cosa, se encomienda a alguna Virgen desocupada y se queda ta tranquila hasta que se le pasan los efectos y se calla.

El visitante del fumadero que más acusa los efectos perversos del humo es el ministro de Educación y otras cosas, don Mariano Wert. Sale del recinto con una sonrisa hemicíclica instalada en el rostro y, dispuesto a comerse el mundo, agacha un poco su cabeza rocosa y, cuando parece que va a embestir a toda la torería universal, comienza a correr hacia atrás, llegando a veces sin parar hasta los confines de la Edad Media. Por su carácter imprevisible y retrógrado produce en la concurrencia una extraña y agria mezcla de jocosidad y de terror.

Citemos, por último, a don Mariano Gallardón, visitante fiel y asiduo del fumadero, que sale crecido siempre de las visitas y que vuelca enseguida sus irrefrenables energías sobre todo lo que toca, encendiendo con prontitud los campos de batallas y creando sin cesar nuevos enemigos que amenizan la vida y generan temas de mucha y amena conversación.

De vez en cuando, al señor Presidente del Jodiendo, don Mariano Rajoy, le entran ganas de estirar las piernas y sale unos momentos del fumadero a pasear un rato. Aprovecha entonces para echar unas firmas, leer algunos discursos delante de gente adormecida o entregar mamotretos a los obispos, pero, en cuanto el aire fresco de la realidad le entra por las narices, vuelve raudo y veloz a su refugio antichusma, se sienta en su sillón articulado, cruza sus manos sobre la barriguita incipiente y se dedica al noble arte de fumarse un puro contemplando los goles del Real Madrid y huyendo de la cruel realidad, con la que nada quiere tener que ver y de la que el pobre hombre no entiende qué es lo que quiere la gente, con lo bien que se viviría si todos hicieran lo mismo que hace él.