El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
sábado, 21 de mayo de 2011
viernes, 20 de mayo de 2011
En Sol
Ayer estuve en la Puerta del Sol. Quería saber lo que había, lo que se hablaba, lo que se proponía. Había de todo, se hablaba de todo y se proponía de todo. Sobre todo, se hablaba mucho de todo y esto es bueno porque pone encima de la mesa lo que antes estaba como oculto.
Terminé un tanto confundido. Unos decían que había que votar, pero responsablemente. Otros, la mayoría, reclamaban más trabajo. Otros mantenían que el pueblo puede funcionar solo, sin necesidad de los partidos políticos. Otros se empeñaban en que el PP y el PSOE son lo mismo. Otros cargaban contra la ley Sinde. Otros exigían que la sociedad funcionara de manera asamblearia. Vi feos detalles de la crispación que se ha querido instalar entre nosotros en la cara y en el estilo con los que algunas personas mayores discutían con algunos de los jóvenes.
Todos estaban descontentos. Yo, también. Lo que no sé es cómo compaginar prácticamente tantas propuestas contradictorias. Noté cierta simplificación, cierta simpleza en los planteamientos y en las consignas. Es verdad, sin embargo, que hay que empezar por algún sitio y que hacer que la gente debata en la calle es muy bueno. Allí se explicaban las propuestas y se discutía, como no han hecho los partidos desde hace mucho tiempo y como deberían haberlo hecho. Se respiraba el aire de una cierta micropolítica, ajena a la lejana macropolítica al uso que ha terminado por cabrear a los ciudadanos. Tuve también la sensación de estar en una especie de mercadillo medieval de ideas, en donde se mezclaba una práctica artesanal con unas necesidades reales. Me pareció oler también a soledad, a soledad personal en muchos de los que estaban allí, pero también a soledad económica y política, la de unas personas que han sido abandonadas en nombre de grandes ideas y de grandes poderes también reales. Lo que convierte la democracia actual en irreal es la lejanía, la distancia entre los políticos y el pueblo, entre las soluciones y las necesidades.
No sé qué pensar. Me duele el enorme favor que se le va a hacer a la derecha poniéndose a hacer este tipo de pedagogía en una campaña electoral. El leninismo latente del cuanto peor, mejor me parece un punto de crueldad añadida en estas circunstancias. Pero entiendo la necesidad de este grito. Hay problemas reales de todo tipo, algunos de los cuales están expuestos allí, en Sol. ¿Cómo salir hacia alguna solución? Habrá que hacerlo, habrá que construirlo, como todo. ¿Se les puede pedir a los congregados en Sol que aporten soluciones? ¿Pretenden ellos dar alguna? ¿Cómo compaginar un mundo globalizado, sobre todo en lo económico, con el grito de Sol? Ojalá que en este Sol se pueda encender alguna luz.
jueves, 19 de mayo de 2011
miércoles, 18 de mayo de 2011
DR YA
Democracia real YA. Entiendo el descontento real. Quiero una democracia que sea real, o sea, política, económuica y social. Cuando surgió este movimiento me pareció como una bocanada de aire fresco, pero lo que no entiendo bien es el YA.
El movimiento apareció el 15 de mayo y parece que piensa seguir hasta el 22, el día de las elecciones. Piden que no se vote ni a PP ni a PSOE. Creo que puede ser una ingenuidad suicida. El votante del PP va a votar al PP y éste se está frotando las manos. El que no va a votar al PSOE es el que antes le votaba, el que ahora está descontento. Con lo cual, lo primero que va a conseguir el movimiento DR YA es entregarle el poder a la derecha.
Para empezar no está mal. Es 'ilusionante'. Quizás quieran que la cosa esté aún peor para después ... ¿qué? ¿Cuál va a ser el segundo paso? ¿Va a ser más sensible el PP que el PSOE? ¿Cuál va a ser el programa para el 23 de mayo y siguientes?
martes, 17 de mayo de 2011
No se es de izquierdas, se intenta serlo.
Creo que se puede ser de derechas, pero que se intenta ser de izquierdas. La derecha tiene mucho que ver con el tener, con el acaparar, con el aprovechar las oportunidades que le vienen bien a uno, con el vivir bien la vida propia. La izquierda, en cambio, tiene más que ver con el ser, con el ser justo, generoso, noble, dialogante, igualitario, comprensivo y, en definitiva, socialmente humano. Pero esto no es más que un proyecto inacabable que exige una actitud continua que nos perfeccione, que nos obligue a decidir en cada caso concreto, que nos haga avanzar a todos, que permita el progreso colectivo, que nos humanice a todos. Y con esta actitud no te puedes parar. Nadie es nunca ya un ser humano, sino que va siendo. Nunca la sociedad es ya justa, sino que puede ir siéndolo. Por eso creo que nunca se es de izquierdas, sino que se intenta serlo.
lunes, 16 de mayo de 2011
No seas cómplice de la derecha
Tiene que quedar clara una cosa. En las circunstancias actuales, cualquier cosa que no sea votar a la izquierda es convertirse en cómplice de la derecha. La derecha vota siempre y los votos nulos, los blancos o las abstenciones son votos que no contrarrestan los de la derecha. Esto es muy claro y debes tenerlo muy claro, para que luego no te arrepientas de que las cosas estén aún peor.
Hemos tenido 4 años para dar lecciones, para convencer al poder de lo que había que hacer y para mostrar nuestras opiniones. El día 22 no es para dar testimonio ni para castigar(nos) a nadie y, como consecuencia, estar en manos de la derecha otros cuatro años, sino que es para votar. Y luego habrá otros cuatro años para trabajar, para manifestarse, para usar las redes sociales y para preparar lo que se quiera. Pero el día 22 no es el del voto suicida.
No sabemos ya qué hacer para que gane la derecha. Y un Ayuntamiento de derechas es muy duro para los que más necesitan de todo.
¿Qué necesidad tengo yo de ser de izquierdas?
Yo no soy rico, ni mucho menos, pero tampoco tengo excesivos problemas económicos. Tengo la mayoría de las necesidades básicas cubiertas y, respecto de las otras, me privo de algunas y gozo con otras, como creo que le ocurre a mucha gente. Digamos que vivo de una manera relativamente aceptable.
En vista de lo cual, podría aspirar a que mi situación –la mía- fuera mejor, por ejemplo, con menos impuestos, con algún que otro privilegio, con más servicios privados, alguno de los cuales podría pagar, y con algo más de distancia respecto del sistema común de vida. Podría intentar que el dinero público se invirtiese en lo que yo frecuento, que lo privado prevaleciese sobre lo público, que hubiera menos políticas sociales y que la libertad se considerara infinitamente más importante que la igualdad. Podría, en definitiva, ser de derechas.
Sin embargo, no soy de derechas ni quiero serlo. Entiendo que la vida no es algo que me pase a mí, ni siquiera a los míos, sino a todos. Creo que todos somos diferentes, pero que todos somos iguales, que todos tenemos los mismos derechos. Considero que el mundo no debe ser de los despabilados capaces de obtener beneficios explotando de cualquier manera a los demás. Estoy de acuerdo en que hay que repartir lo que hay y en que hay que compensar las desigualdades que genera el sistema capitalista en el que estamos por ahora. Me parece bien que la ciudad y la Naturaleza sean de todos y que todos podamos gozar civilizadamente de la cultura y de las artes. Estoy convencido de que hay que hacer lo necesario para que todos podamos tener una educación de calidad que nos permita ser ciudadanos y no sólo individuos. Defiendo que la libertad es un gran valor necesario, pero que la igualdad debe estar por encima de ella. Intento, por tanto, ser de izquierdas.
Por eso me duele, me da rabia, que yo, que no tengo necesidad material de ser de izquierdas, lo sea, y otros, que viven mal, que siendo pobres viven como si fueran nuevos ricos, que si miran su vida, no ven cómo juegan con ellos, que han sido anestesiados sin que se hayan dado cuenta y sin que hayan hecho nunca nada por despertar, que estos, que deberían ser de izquierdas, aunque sólo fuera porque debería interesarles a ellos mismos, voten a la derecha, aplaudan a sus explotadores y ensalcen a los que obtienen beneficios a su costa. Y, en cambio, yo, renunciando a lo que me podría venir bien, les apoyo.
Hay ahí una brecha intelectual, vital, política que no acabo de comprender. Quizás sea que la moral a mí me puede y a otros les resbala. O puede que sea el sueño, ese sueño tan presente, que no se quita ni durmiendo ni soñando.
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