Comienza otro curso escolar. Tal como
está todo el sistema educativo, tan destrozado y tan lleno de
carencias, creo que existe el riego de que cada vez los alumnos se
adormezcan más, entiendan menos, no aprendan a ser críticos y no
alcancen el nivel de desarrollo como seres humanos plenos al que
tienen derecho. El dinero y los poderosos sólo miran a los ricos.
Los demás, según el plan, deben ser dóciles, obedientes, sordos,
mudos e ignorantes.
Pero tú, profesor, profesora, no
tienes por qué aceptar este camino degradante que nos imponen. Estás
en malas condiciones laborales, profesionales y, probablemente,
anímicas, pero procura que esto no sea una excusa. Te invito a que
te mantengas despierto y a que intentes despertar a los compañeros,
a los alumnos, a los padres, a todo el que puedas.
No te olvides de que a pesar de la lata
que dan y del poco interés que tienen hoy, en general, los alumnos,
lo que tienes en clase es un grupo de seres humanos, un conjunto de
personas. No generalices, porque cada uno de ellos es un mundo. Cada
alumno, cada alumna es un futuro por construir, en el que tú, desde
el presente, tienes mucho que decir.
La enseñanza está llena de problemas
de todo tipo, pero -piénsalo, te lo ruego- lo verdaderamente
importante son los alumnos, cada uno de los alumnos. El mundo de la
enseñanza tiene que girar alrededor de cada uno de los alumnos. Si
no estás convencido de esto, no creo que le veas mucho sentido a lo
que hagas. A lo largo del curso tendrás que tomar un montón de
decisiones, en el aula y fuera de ella. Nunca te olvides, por favor,
de que lo importante son los alumnos, no los profesores, ni el
inspector, ni la administración ni ninguna de las circunstancias
adversas, sino los alumnos.
Lo que la sociedad le pide hoy a un
profesor creo que es que sea un buen profesional y que ayude a
construir personas que puedan vivir en un mundo democrático. No te
excuses diciendo que tú eres de ciencias o que son los padres los
que tienen que educar. Esto último es verdad y habría que hablar
mucho de este problema, pero procura ser consciente siempre de una
cosa. Puede que emplees mucho tiempo en explicar un teorema o en que
entiendan la idea de justicia de Platón, pero de ambas cosas
probablemente se olvidarán. Lo que recordarán muy bien será el
estilo humano del profesor, la manera en que los trataste, la visión
del mundo que sin darte cuenta les mostrabas, porque es en la que
creías. Tienes que ser delante de ellos una persona con valores
humanos, sociales y democráticos. Eso es lo que hace grande y, a la
vez, difícil la labor del profesor. Los alumnos no son tornillos ni
pollos de corral, sino personas. Y tú también eres una persona. En
un aula, se quiera reconocer o no, no hay profesores y alumnos, sino
personas.
Desde una sociedad compleja,
maltratada, dormida y muy necesitada, aunque un buen número de
ciudadanos no lo sepa, me atrevo a pedirle desde aquí a los
profesores, tan maltratados, pero tan necesarios, que sean personas,
verdaderos seres humanos, con sus alumnos para conseguir que los
alumnos puedan terminar siendo personas con ellos y con todos los
demás.
Mucho ánimo, mucha comprensión, mucho
cariño y mucha suerte a todos.