Llegar a tener alguna idea, aunque sea una sola, pero que la podamos considerar clara, útil, comprensible y comunicable es difícil. Si esa idea se refiere a la situación de la sociedad, en cualquiera de sus vertientes, es más difícil aún, porque llegar a ella requiere un proceso muy complejo, hay que atravesar pasillos muy oscuros y salir de uno mismo hacia terrenos a veces muy lejanos. Una simple opinión y no digamos una ocurrencia están a mucha distancia de esto de lo que hablo.
No se trata tampoco de alcanzar una idea de estas características sin el hallazgo de una estrategia adecuada, que logre hacerla realidad sin despertar las peores reacciones del adversario, sin producir sin querer una situación peor de la que se tenía. Conformarse con tener una idea buena no sirve para nada.
Por eso hay muchos que recurren a lo simple, a lo que todo el mundo entiende, aunque sea un disparate y vaya en contra de la mayoría.
Quienes buscan una idea buena y útil suelen creer demasiado pronto que la han encontrado, y sin haber pensado demasiado en la necesaria estrategia asociada, la lanzan al mundo como la única, la mejor, la definitiva. La lucha entre las ideas buenas y definitivas, pero que no han pensado demasiado en las estrategias, hace que las desgracias que siempre trae asociado lo simple estén dominando el mundo.
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