Lo que vemos no es la verdad, sino solo
meras apariencias. La verdad siempre está oculta bajo un sinnúmero
de velos. En la medida en que seamos capaces de quitar esos velos,
nos podremos ir alejando de las apariencias y acercándonos a la
verdad. Conocer implica des-velar la verdad, desnudarla de todo lo
que la cubre. Ocurre con las leyes de la naturaleza, con los valores
humanos, con las personas y con nosotros mismos. Conocerse es
quitarse los velos que nos ocultan, las corazas que nos esconden. Es
desnudarse de todo aquello con lo que disimulamos lo que
verdaderamente somos. Ya decían los griegos que una de las tareas
más difíciles era la de conocerse a sí mismo.
Acaba de aparecer 'Por Caridad',
una novela casi autobiográfica de Mariaje López, la autora
de la magnífica narración fantástica 'Beatricia',
publicadas ambas por MAR Editor. Se trata de una obra de fácil
lectura, pero de difícil escritura. En ella se dan dos
desvelamientos. Uno, el de una realidad demasiado desconocida hoy,
como es la vida en el interior de los orfanatos y los reformatorios
de los tiempos del franquismo, teñidos hasta las raíces del
nacional catolicismo más burdo e inhumano. Otra, la de la infancia
de la propia autora, quien, debido a una serie de vicisitudes
familiares, se vio recluida durante más de cuatro años en uno de
aquellos hospicios.
No deben de haber sido fáciles ninguno
de estos dos desvelamientos. Hacer público uno de los períodos más
duros de la propia vida no es tarea que nadie haga con comodidad.
Puede que el dolor sea el que dé el mayor impulso a este quehacer. Y
rememorar episodios tan crueles y tan indignos como los que la autora
experimentó en una de aquellas instituciones tampoco parece que sea
sencillo. No obstante, ambos procesos de acercamiento a la realidad
vivida los encontramos en 'Por Caridad'.
Recuerdo que en mi infancia se hablaba
con naturalidad de los orfanatos. Se referían a lugares en los que
la iglesia católica recogía caritativamente (el nombre de la
novela, que coincide con el de la protagonista, no ha sido elegido al
azar) a chicos y a chicas -por separado, claro está- que habían
quedado huérfanos o que eran desatendidos por su propia familia. Se
sobreentendía que tenían un aire benefactor, de una necesaria y
eficaz tarea humanitaria. El libro de Mariaje López viene a
desmontar esa idea tan blanca y a quitarle todos los velos de
falsedad que conllevaba.
Lo que se relata en la novela es muy
duro y, posiblemente, muy sorprendente. Los niños eran encerrados
allí, privados de libertad y de dignidad, golpeados con facilidad,
designados por un número en lugar de por su nombre, explotados con
descaro, sumidos en la mayor soledad afectiva y tratados con
crueldad. En el caso de las niñas, la situación era aún peor. Se
quería hacer de ellas mujeres sumisas, despersonalizadas,
acostumbradas a la discriminación, obedientes y creyentes. No se las
preparaba para que fueran libres, autónomas e independientes, sino
para que se convirtieran en perfectas mujeres tradicionales.
La autora cuenta su paso por uno de
estos orfanatos y lo hace de una manera clara, sencilla y elegante.
Uno de los valores de su relato es que lo hace sin el menor atisbo de
odio, rencor o resentimiento. Es como si la autora, a pesar de lo
sufrido, hubiese optado por comprender profundamente la situación,
en lugar de dejarse llevar por sus emociones más primarias y
juzgarla. El porqué unas personas viven una situación dura y cruel
y acaban hundidas o, incluso, en el suicidio, y otras, en cambio, se
esfuerzan en asumirlo y son capaces de relativizarlo es algo muy
difícil de aclarar. El caso es que Mariaje López, transcurridos
bastantes años desde su paso por aquel infierno, ha sentido la
necesidad de contar sus vivencias, seguramente para quedarse más en
paz consigo misma y también para dar luz a algo sobre lo que la
ignorancia es generalmente grande.
Ya no hay orfanatos o, al menos, no los
hay del estilo del que aparece en esta novela. Desaparecieron cuando
acabó la Transición. A los huérfanos ahora se les da otro trato.
Sin embargo, cuando veo por el mundo a tantos jóvenes sin noción
alguna de respeto, sin trazas de educación, que ponen los pies con
displicencia encima de los asientos en los transportes públicos, que
hablan a voces con desparpajo o que reproducen sin apuro las
tradiciones machistas, me pregunto dónde estarán sus padres y quién
los preparará para vivir como seres humanos. Hay un tipo de orfandad
actual que lanza a muchos jóvenes a su propio destino para que
lleguen a él dejándose arrastrar por los vientos que vayan
soplando. A veces pienso que el mundo actual es un inmenso orfanato,
pero con paredes de cristal, para que ni ellos ni nosotros ni nadie
notemos que estamos dentro.
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