En realidad, la vida humana no tiene un
fin. Ni en la existencia de una persona -tan efímera, tan caduca- ni
en la de toda la especie se llegará a consumar la meta de una
humanidad plena. Sin embargo, esa plenitud nos atrae, o nos debería
atraer, según lo que cada cual quiera conseguir a lo largo de sus
días. Ningún ser humano llegará a conseguir una vida plenamente
humana, pero vivir consiste en el intento imposible de llegar a ella,
en el impulso siempre insuficiente de alcanzarla.
Pero si no llegaremos a conseguir el
fin, sí sabemos el principio. O, al menos, una característica
fundamental e indispensable del principio. Todo empezó con la
palabra. La vida humana inició su camino infinito cuando en un ser
vivo apareció la palabra.
¿Para qué sirven las palabras? Con
las palabras nos expresamos, sacamos de nuestra mente lo que
sentimos, lo que pensamos, lo que nos preocupa, lo que deseamos o lo
que esperamos. Son tan importantes las palabras que sin ellas no
podríamos ni pensar ni decir lo que pensamos. También con las
palabras nos comunicamos. Hay un momento en la vida del ser humano en
la que aparece el otro, pero como otro yo. Ese otro también piensa,
y opina, y se preocupa, y habla y vive. ¿Cómo vivir con ese otro
yo? Aparecen palabras que encierran contenidos más complejos.
Libertad, igualdad, justicia, amor, ética, muerte, sentido: las
grandes palabras, algunas de las cuales conocemos -o no- como
valores. ¿En dónde vivimos? Las palabras nos permiten conocer la
realidad. Solo podemos conocer de la realidad aquello para lo que
tenemos palabras. Por eso es tan importante enriquecer el
vocabulario, porque con él aumentamos nuestro conocimiento.
Esta notas teóricas se revisten de
aspectos muy concretos cuando se lee el precioso libro que ha escrito
Salvador Robles Miras con el título de La vida de las
palabras y que ha publicado MAR Editor. La
vida, el campo de juego de las palabras, es inabarcable. Sus matices,
sus contradicciones, sus misterios, sus problemas y su existencia
cotidiana son expresados en este libro como si de pinceladas
impresionistas se tratara. Con relatos breves, microrrelatos o
pequeños cuentos, el autor no solo nos va mostrando la vida, sino
que nos invita a descubrir cómo las palabras cumplen sus diversas
funciones. Empleando un reducido número de ellas el autor hace que
aparezcan ante el lector esos aspectos de la vida que nos duelen o
que nos alegran. O multitud de personajes sacados de la vida
concreta. O situaciones que uno ha vivido, posiblemente sin fijarse
demasiado en lo que vivía.
Se trata de un libro cercano, que nos
hace sentir, pero que también nos lleva a pensar. Como dice la
profesora Paz Martín-Pozuelo en el prólogo, la fuerza del
autor es su capacidad para condensar. Nada es largo en este libro,
salvo lo que el lector quiera reflexionar sobre lo que en él
aparece. La vida de las palabras se lee a trozos, o
todo seguido, o a saltos, o como a uno le parezca, pero se lee y se
hace con gusto.
Salvador Robles Miras ha
publicado bastantes novelas, muchas de ellas premiadas en diversos
certámenes. En todas se advierte su visión humana de la vida, pero
quizá sea en este libro en donde su manera de pensar se muestre con
mayor claridad y con una gran amplitud de matices. Muy recomendable.
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