Quizá parte del éxito de las
religiones estribe en que aportan al creyente un consuelo eterno y
universal. La paz que le sobreviene al creyente cuando acepta ese
consuelo es -o debería ser- enorme. Pero no todos tenemos facilidad
para aceptar ese tipo de consuelos. A veces buscamos consuelos más
caseros, más cercanos, más puntuales. Y, quizá, lo que deberíamos
hacer es buscar fortaleza, más que consuelo, sacar uno de dentro de
sí los argumentos que le sirvan para seguir adelante, en lugar de
buscarlos fuera. Es como si tuviéramos que aprender a ser padres y
madres de uno mismo.
Buenas noches.
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