viernes, 4 de noviembre de 2016

Fantástica presentación de una fantástica novela fantástica














Es posible que fuera expectación o, quizá, una sana ansiedad por conocer el contenido de Beatricia, una obra de la que Mariaje López, su autora, había adelantado unos prometedores retazos en las redes sociales. El caso es que, media hora antes de que empezara el acto de presentación de la novela, la autora ya estaba firmando ejemplares en la sala polivalente de la Biblioteca Eugenio Trías, de Madrid, que terminó absolutamente llena de asistentes. En todos ellos se detectaba una especie de tenso deseo de ver y oír lo que ocurriría en un acto que tenía visos de resultar muy sugestivo.

Miguel Ángel de Rus, el editor, situó pronto el libro en el terreno de las emociones. Arancha Merino explicó luego la función fundamental que éstas juegan en la vida del ser humano y la importancia de gestionarlas bien, si es que queremos encontrar respuestas satisfactorias a asuntos tan relevantes como la búsqueda de un sentido para la vida, la superación del vacío existencial en el que a veces nos encontramos o la liberación de una vida ingrata a la que puede que nos sintamos condenados. Se trata de aprender a buscar las reacciones ante estas adversidades vitales, lo cual exige un grado suficiente de autoconocimiento. De esta manera se podrá conseguir una vida en la que estén presentes dosis suficientes de satisfacción personal y de ganas de vivir.

En este marco es en el que se sitúa Beatricia. Me parece que su planteamiento y sus consecuencias son no sólo útiles para cualquier ciudadano de nuestro mundo, sino que responden a una consideración actual de lo humano. Lejos queda ya la visión aristotélica del ser humano como un animal fundamentalmente racional. Por muy amplia que fuera su visión de la racionalidad humana, los sentimientos, las emociones y las pasiones quedaban fuera de ella. Quizá fuera el filósofo español Xavier Zubiri el primero que intentó dar una visión unitaria del hombre con su teoría de la inteligencia sentiente. Hoy se entiende al ser humano como el poseedor de una mente en la que el pensamiento racional y las emociones interactúan entre sí y dan lugar a nuestros actos mentales y, también, a nuestra conducta.

La segunda parte de la presentación estuvo a cargo de la actriz Cristina Benavent, que escenificó magníficamente el Prefacio del libro, dedicado a David Bowie, acompañada por el también actor y músico Yeyo Bayeyo, quien a lo largo del acto acompañó a los asistentes con la música de su piano.

El libro de Mariaje López habla de nuestras emociones desde la experiencia vital de una chica adolescente, Liena, su protagonista, que se enfrenta a su insatisfactorio mundo en busca de su libertad. Beatricia es una ciudad. Su nombre significa “la que proporciona alegría”. Beatricia, sin embargo no es una meta, sino la consumación de una etapa que permita luego volver al mundo anterior con una visión nueva.

La novela está impregnada de imaginación, de fantasía y de creatividad, cualidades que su autora domina a la perfección, pero la fantasía que se muestra en la obra no nos sitúa en ningún mundo ajeno a nuestra experiencia vital, sino que está anclada en la realidad más cotidiana. Como la propia Mariaje López reconocía en la presentación, se trata de una realidad vestida de fantasía. El libro es un ejemplo de una actitud mental de la autora que considero muy recomendable para cualquier persona que viva en el mundo de hoy: la de intentar comprender a los otros. Esa noble tarea tiene que empezar por intentar comprenderse a uno mismo como ser humano, tarea difícil y, probablemente, inacabable. Pero si uno quiere crecer como ser humano y desarrollar sus múltiples capacidades humanas, tiene que acudir al conocimiento de uno mismo y de los otros, a la comprensión de su realidad personal, social y vital, para así comprender la de los demás. Una de las formas más útiles de lograrlo es la de la escritura, porque en el silencio del papel en blanco y en la actividad mental que supone escribir en él algo válido, aparece con más fuerza, con mayor intensidad, lo que significa la vida, no la de uno ni la de otro, sino la vida. Sólo se ama lo que se conoce. Sólo se comprende lo que se conoce. Por eso es tan vitalmente importante el conocer. Beatricia nos ayuda a ello.


El libro, de contenido tan interesante y tan útil como he intentado exponer, está escrito con una pulcritud y una claridad dignas de ser resaltadas. Si lo tienes entre tus manos, te sugiero que leas, al menos algunos trozos, en voz alta. Léeselo así a alguien a quien quieras y pide también que te lo lean a ti, pero hacedlo despacio, dejándoos llevar por el lenguaje, como saboreando las sílabas y las palabras. Así se podrá gozar mejor de la musicalidad del lenguaje que usa Mariaje López. A mí me recuerda en esto un poco a los modernistas de principios del siglo XX y, sobre todo, a Valle-Inclán. La belleza que surge del arte de la autora para marcar un ritmo feliz con los acentos o con la distribución acompasada de letras tan sonoras como las erres o las eses no hay que dejarla pasar por alto. Posiblemente Beatricia sea un libro que genere paz en le lector, pero no sólo por su contenido, sino también por su mera lectura. Un lujo, hoy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Puedes expresar aquí tu opinión.