Yo creía que esto de vivir iba a
terminar siendo otra cosa. Me imaginaba que los seres humanos, al
menos una gran mayoría de ellos, iban a intentar en serio crear un
mundo en paz, en donde se pudiera vivir con tranquilidad y en un
ambiente de felicidad generalizada. Me parecía que era muy evidente
que todos eran iguales, en el sentido de que todos tenían los mismos
derechos por ser humanos. Creía que se iban a ayudar en cuanto lo
necesitaran. Albergaba la seguridad de que entre todos querrían
construir un mundo bueno, en donde la educación y la cultura
ocuparían un lugar importante, porque son ellas las que los convierten
de verdad en seres humanos. Me hacía ilusión que los ciudadanos
gozaran con frecuencia con las artes. Disfrutaba con la idea de que
el respeto, la generosidad, la buena voluntad y el cariño dominarían
las relaciones entre las personas. Jamás pensé que unos pocos
brutos se dedicaran a acaparar las riquezas, sin importarles nada que
los demás vivieran mal, incluso que murieran. Nunca pensé que
hubiera políticos que se dedicaran a protegerlos y a facilitar esos
planes antihumanos. Han aprendido a coaccionar a los pobres y a los
ignorantes con el miedo, a ser violentos y, lo peor de todo, a ser
codiciosos. Han estropeado el proyecto humano y realmente ahora ya no
sé qué hacer. Yo creé todo esto para otra cosa, no para que
terminara en esta basura impresentable. Un castigo universal no me
parece justo y quitarle a estos granujas su riquezas me parece muy
complicado, con el lío que tienen montado con los paraísos fiscales
y la ingeniería financiera. Y, encima, estoy quedando fatal, porque
es difícil de justificar que todo un Dios haya creado esta mierda de
mundo. Esperemos que salga pronto alguien capaz de darle un cambio
serio a la situación, antes de que sea demasiado tarde. A mí ya no se me ocurre nada. Buenas
noches, si es posible. Ojalá pueda dormir divinamente.
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