Era guapo. Tenía una labia
impresionante. No paraba de contar chistes e historias
divertidísimas. Sexualmente era una fiera. A medida que iban
teniendo confianza, él iba imponiendo sus criterios, sus tiempos,
sus formas, sus designios, su ego. La persona que cayó en sus redes
iba siendo cada vez más anulada, pero es que era tan guapo, tan
divertido, tan potente...
Ella lucía un cuerpo espectacular. Con
él podría hacer lo que le diera la gana. Cada vez que él se fijaba
en su sonrisa, en sus tetas y en su culo, se olvidaba del mundo y
caía rendido a sus pies y a lo que quisiera. Ella lo sabía y lo
explotaba. Sus deseos, sus caprichos y sus designios eran órdenes
para el pobre corderito que cada vez era más dócil y menos él
mismo.
Y, sin embargo, el amor no anula a la
persona amada, sino todo lo contrario. O procuramos que la persona
amada sea cada vez más ella misma o estaremos responsabilizándonos
de la destrucción de una persona, de su anulación. Claro que es
posible que haya muchos y muchas a quienes esto les dé igual. Buenas
noches.
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