Leo siempre El País al
día siguiente de su publicación. De las novedades políticas de la
jornada me entero por internet a través de diversas fuentes. Las
noticias de cultura, las de deportes y las viñetas, que es lo que
busco en El País, pueden esperar un día sin perder
nada del interés de su contenido.
Hoy tocaba leer Babelia.
La portada no me invitaba a entrar. Hablaba de Stalingrado y de la
segunda Guerra Mundial. No me gusta la guerra ni como contexto de una
obra literaria. Pasé de largo el tema y llegué a la página 5, en
donde se hablaba de un prometedor libro que Manuel Vilas ha
publicado en Alfaguara con el nombre de Ordesa.
Narra en él la relación con sus padres, su separación matrimonial
y la relación con sus hijos. Y también lo que él llama “la caída
de España en las miasmas españolas”. Hacia el final del artículo
hay una frase del propio Vilas que me ha hecho pensar. Se refiere a
los hombres comunes y dice: «Somos vulgares, y quien no reconozca su
vulgaridad es aún más vulgar». Gran verdad.
En la página 9 hay una entrevista con
el crítico italiano Pietro Citati. Su título: “Umberto
Eco no era un buen escritor”. Luego lo explica diciendo que
«era un ensayista inteligente, pero como escritor, no... El
nombre de la rosa era un libro malo, nunca conseguí
terminarlo. No pude pasar de la página 70». Añade también que los
premios literarios le parecen una estupidez y que no conoce ningún
escritor joven que sea interesante.
Por fin, en la página 15, Antonio
Muñoz Molina escribe un lúcido artículo que titula con una
frase de Epicuro que repite Montaigne: “Hace falta
ocultarse”. Pongo aquí unos párrafos que me gustan. «Dice Franz
Kafka en una carta: “Un silencio como el que yo necesito no
existe en el mundo”. Manuel de Falla se fue a Granada en
busca de un silencio imposible en París o en Madrid, y al principio
creyó haberlo encontrado en un carmen modesto del barrio de la
Antequeruela, a la orilla de la Alhambra. Falla buscaba un silencio
que era el del recogimiento religioso y el de la concentración
necesaria para la tarea creativa, que para él formaban parte del
mismo impulso. Pero descubrió con dolor que al retiro granadino en
el que escondía su vida también llegaba la estridencia de los
gramófonos y de los aparatos de radio. Para Falla esconderse resultó
tan imposible como para Montaigne».
Qué caro es el silencio.
Buenas
noches.