El joven anciano me dijo:
“Vales lo
que eres, no lo que crees ser.
Vales lo que puedes ser, no lo que
quieres ser.
Lo que quieres tira de lo que puedes y lo arrastra hacia
tu crecimiento, pero en cada momento tu límite estará en lo que
puedes.
Vales lo que das, no lo que tienes.
Tú no eres igual a tus
posesiones, ni a tus dotes para la vida social, ni a tus palabras, ni
a tus sueños, ni a tus logros, ni a tus derrotas.
Lo único que te
da valor es tu generosidad.
Vales más si procuras comprender que si
te dedicas a juzgar.
Nadie con valía humana se atreve a juzgar.
Vales lo que vales, pero tú no lo sabes.
Lo que vales te lo podrán
decir pocas personas: sólo aquellas que te quieran
desinteresadamente.
Ahora, mi querido amigo, te pido que me permitas
seguir leyendo y pensando, a ver si descubro algo nuevo y valioso que
me aporte un poco de alegría para hoy."
Buenas noches.