Tal día como hoy de 1952 nació Alicia Puleo.
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El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
La violencia es la acción de utilizar la fuerza y la intimidación para conseguir algo.
No sé a ti, pero a mí me parece algo más propio de animales que de seres humanos. Entiendo la violencia como lo más lejano al respeto, a la racionalidad, al diálogo, a la buena voluntad, a la falta de libertad, al acoso, a la agresión, a la paz, a la igualdad y al buen sentido de lo humano.
Una de las peores violencias es la que los hombres ejercen contra las mujeres. ¿Por qué? Porque la ejercen entre seres humanos, entre iguales, entre seres que tienen diferente sexo, pero los mismos derechos. Esta es una de las mayores torpezas que un ser humano puede hoy desarrollar: creer que, así como el león es superior a una gacela, los hombres -y, concretamente él- son superiores a quienes tienen otro color de piel, a los extranjeros, a los pobres y, sobre todo, a las mujeres.
No hay ser éticamente más atrasado que el machista. Su interés malsano en mantener los privilegios masculinos lo hace creerse superior a cualquier mujer, particularmente a la que ha convencido para que viva con él. Su supuesta e interesada superioridad le hace justificarse la violencia contra ella, cualquier tipo de violencia: psicológica, económica, afectiva, sexual, física y vital.
Hay que descubrir al violento. Hay que denunciarlo. Hay que descubrirlo antes de que sea demasiado tarde. Hay que aislarlo. Hay que huir de él.
Todos debemos luchar, cada cual desde su situación, contra los machistas que ejercen violencia contra las mujeres.
Ojalá consiguiéramos la paz y la igualdad de derechos de todos y de todas.
Puedes leer aquí un resumen del Nuevo Informe de la UNODC y de ONU Mujeres sobre feminicidios.
Si te fijas bien, casi todo está cubierto por una densa capa de cinismo que puede adentrarse en nuestras mentes.
Haz lo que te dé la gana, pero para llenar bien el día de vida no tienes que hacer nada extraordinario. Sí algo que te guste, con lo que disfrutes, aunque lo importante es que lo hagas con cariño, con interés, haciéndolo bien, como si fuera lo último que vas a hacer en la vida.
El blog MasticadoresFEM publica hoy mi artículo La Igualdad entre hombres y mujeres / y II.
Puedes leerlo pulsando aquí.
Quiero manifestar mi apoyo y defensa de la sanidad pública.
Mis argumentos son:
La salud es un derecho humano (art. 25 de la Declaración Universal de Derechos Humanos), tanto en su aspecto físico como mental.
Por tanto, todos, no solo quienes puedan financiarse una atención sanitaria privada, tienen derecho a que el Estado cuide de su salud.
La salud es un derecho universal y, en un mundo dominado por la desigualdad económica, debe ser gratuito. Por eso hay que pagar impuestos, y que paguen más quienes más tienen.
Si alguien, autoridad o profesional, le niega la atención sanitaria pública a algún ciudadano, debería ser perseguido por la justicia.
No se puede confundir un derecho humano con un negocio.
Sí a la sanidad pública, universal y gratuita.
Vivimos el triunfo del corto plazo, de lo inmediato, de lo que causa placer y lo causa ya. Lo demás puede que exista, pero como si no. Se le ningunea y ni se le mira. Está de moda la chatez mental y nadie se atreve a mirar más allá de sus narices, no sea que vea algo que le altere su equilibrio plano.
Miro a la gente por la calle. Unos centrados en lo que oyen por los auriculares que llevan en las orejas. Otros concentrados en la pantalla del móvil, como si de un momento a otro fuera a aparecer en ella el secreto más buscado. Otros atienden a los dos reclamos a la vez. Da igual que pasen por un árbol sumido en la belleza del otoño, por un jardín pleno de flores primaverales o por un pobre hombre que duerme aterido por el frío de la noche. Lo que vale es lo que sale por el móvil, lo último, lo que reclama la atención con urgencia.
Invitas a comer a casa a unos amigos. Se sientan en donde hay cuadros, algunos de una belleza reconocida. Da igual: no los miran. Hay libros en diversos lugares. Es lo mismo: no les interesan. No preguntan qué estás leyendo. Tampoco ellos leen nada. Se preocupan por el placer, por la diversión, por lo que tienen entre manos en esos momentos. Más allá no hay nada. El arte está más allá, pero en el lugar en el que no se mira. El pensamiento está más allá, pero en el sitio al que no se sabe ir. El sentido está más allá, pero lo que les importa está más acá, en la superficie de una pizza, en el interior de una hamburguesa o en alguna pantalla. Y nada más.