Realmente esto no es una democracia. Lo que ha ocurrido en Barcelona es una trágica demostración de que los apaleados tienen razón. En una democracia unos funcionarios armados no pueden apalear indiscriminadamente a ciudadanos que se expresan pacíficamente. En una democracia no se puede aporrear la libertad. En una democracia no se puede tratar a golpes a las personas que protestan desarmadas. En una democracia no se puede eliminar el carácter público de la calle. En una democracia no se puede ser tan ingenuo o tan interesado como para pensar que los mossos son autónomos y que pegan a su antojo a los que se manifiestan. En una democracia no se puede tolerar que haya gobernantes que decidan irresponsablemente estas masacres y que luego digan que lo volverían a hacer. En una democracia hay que retirar de la cosa pública a estos brutos antidemócratas. En una democracia hay que mostrar con claridad a los torpes que son capaces de generar una reacción mayor que la acción que quieren eliminar. En esta democracia irreal mucha gente, inexplicablemente, está votando la intransigencia, el totalitarismo, el autoritarismo, la torpeza, la brutalidad, la ineptitud y la chulería. En esta democracia irreal me ha parecido ver policías vestidos de gris, políticos inútiles con la mente amojamada y el pueblo sufriendo. En esta democracia irreal ha vuelto a aparecer la sangre innecesaria, los llantos desesperados, los argumentos que salen por las manos abiertas, las súplicas ante la incomprensión, los golpes que van fortaleciendo cada vez más a los que los reciben, las flores hirvientes con pétalos de rabia que se nutren de la savia sabia que sale de los corazones. En esta democracia irreal la razón está siendo apaleada y este es un argumento suficiente. Han bastado 15 días para que muchos hayan retrocedido 40 años.
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