Ellos y ellas, amigos, conocidos e
invitados, acudieron, como cada tarde, a la playa y allí, con la
naturalidad que brota de una concepción alegre de la vida, se
quitaron la ropa y ofrecieron sus cuerpos al Sol. Quedaron visibles,
mirables, como si fueran una sola carne de la que formaban parte
todos ellos y todas ellas. La desnudez compartida crea unas
peculiares relaciones entre las personas que difícilmente se puede
obtener en otras situaciones.
Estos otros y estas otras no quedaron
en ningún lugar común para desnudar sus cuerpos. Cada cual tenía
su particular espacio en el que vivía su propia vida. Lo que les
unía era el deseo y la necesidad de desnudar sus mentes, de sacar al
aire sus vivencias, de que la luz incidiera en sus ideas, en sus
sueños y en sus temores, de compartir lo más personal de sus vidas, para no esconder inútilmente nada dentro y por si tal desvelamiento
le servía a alguien.
Cuando alguno faltaba a la cita a la
cita frecuente con la desnudez, los demás tenían la vivencia
profunda de que algo de todos faltaba.
Buenas noches.
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