No hago crítica teatral, sino que
cuento lo que veo y te recomiendo lo que me parece que tienes que
ver. Hoy he ido a ver Los dramáticos orígenes de las
galaxias espirales, título un tanto críptico y rimbombante
para una comedia estupenda, en la que te puedes reír y sobre la que
puedes pensar, si quieres.
Denise Despeyroux, autora y
directora de la obra, es una prolífica escritora que tiene la virtud
de que todo lo que le sale de su mente lo hace bien. Ha llegado a
tener en cartel cuatro o cinco obras a la vez y todavía tiene un par
de ellas preparadas para su estreno. Uno de sus logros es el de haber
integrado el vídeo en el acto teatral, como si fuera un personaje
más. Lo logra con el beneplácito de los espectadores y una eficacia
escénica que hace que enseguida se acepte el mecanismo. Ya lo
incluyó con éxito en Ternura Negra y ahora lo
mantiene en esta obra con gran resultado.
La autora es filósofa y se le nota. Lo
que ocurre es que es de las filósofas que se explica bien y a la que
se le entiende. En esta obra fundamentalmente te ríes, pero si
quieres pensar, puedes hacerlo. Te puedes dar cuenta, por ejemplo, de
que lo que somos lo somos habitualmente en contra de alguien,
llevándole la contraria a alguien para así afirmarnos como lo que
creemos ser. Incluso hay veces en las que logramos ser en contra de
nosotros mismos. O puedes tomar conciencia, entre risas, de que vamos
evolucionando, de que no somos lo que creemos ser, sino lo que vamos
siendo y que el futuro es algo de lo que no podemos disponer a
nuestro antojo. Pero, en medio de tus posibles reflexiones, te ríes,
disfrutas, el humor de calidad se te pone delante, muy cerca, y te
puede.
El elenco de actores es espléndido.
Ester Bellver hace una Casandra -que no le llamen Marisa- como
si toda su vida hubiera sido así. No es un papel de relumbrón, pero
las grandes actrices brillan en estos papeles en los que no tienen
por qué brillar. Juan Caecero hace un Oliver muy completo,
dando muestras en todo momento de su poderío escénico. Cecilia
Freire tiene el papel más complejo y da gusto ver cómo lo
domina, con qué naturalidad es capaz de desdoblarse y cómo resuelve
las múltiples situaciones a la que sus papeles le invitan. Ascen
López hace una madre muy peculiar, a medio camino entre antigua
y moderna, y borda su papel, siempre metida en su personaje y
facilitando con gracia alguna que otra sorpresa. Pepe Viyuela
hace de actor invitado con la calidad que siempre muestra.
La obra es una gozada, de las que te
seducen y te hacen olvidar por un rato de dónde vienes y a dónde
vas. Sus representaciones terminan mañana domingo y parece ser que
no se las van a prorrogar. Es una pena incomprensible, porque la obra
da para mucho tiempo en cartel y para muchos buenos ratos en la sala.
Yo sólo te puedo decir que intentes verla, si puedes. Está en la
Sala de la Princesa, en los bajos del María Guerrero,
en Madrid.
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