jueves, 11 de octubre de 2012

Mirando por la ventana. Qué di WERT ido es WERT




¡Qué majo es este Wert! Me recuerda a esos alumnos de los que en las juntas de evaluación no se puede decir nada bueno, salvo eso tan estúpido y tan vacío de “pero es muy majo”.

Es posible que la presunta majeza de Wert radique en su simpleza, en que no tiene doblez, puesto que dice las cosas como las piensa. Bueno, mejor dicho, como le vienen a la boca. Habla Wert con una naturalidad y una franqueza que lo hacen un ser transparente, como si la nada se pusiera traje y corbata y empezara a disparar por la boca palabras con forma de graciosa estupidez.

Wert es el embajador de la derecha profunda, del fascismo avanzado, del pasado hecho presente, del futuro imposible, de la mancha ideológica expansiva y de la ineptitud convertida en Decreto-ley. Es el que nos muestra con más generosidad cómo es el fascismo neoliberal y por eso la ciudadanía debe estarle muy agradecida. Qué lejos de Wert aquel aluvión de eufemismos peperos que convertían el discurso en una especie de poema de baja calidad. O aquellas tomaduras de pelo de Rajoy de sí o no o vaya usted a saber o como usted quiera, qué quiere que le diga. Aquí, con Wert, está todo claro, porque en el PP, cuando quieren hablar claro, sí que lo hacen. Ahora ya sabemos que lo que quieren de verdad es ser fascistas, actuar como fascistas, que todo el pueblo trague con lo que ellos quieren. En el fondo están convencidos de que tienen la verdad, toda la verdad sobre todas las cosas. Y, claro, esa verdad la tienen que imponer a todo el mundo.

Esas verdades, que a veces suelta el PP y que la gente se toma luego tan mal, son, en todo caso, muy simples, muy sencillas, y todo el mundo las puede entender. Por ejemplo, viene una crisis mundial y se les mete en la cabeza que hay que zapaterizar la crisis. Todo el mundo debe saber -desean ellos- que Zapatero fue el artífice de la crisis, de la subida de la prima de riesgo, de la caída de la bolsa y de que los bancos dieran hipotecas hasta a quienes no las querían. Saben estos linces que machacando cada día en todas partes una idea, la gente acaba creyéndosela, con lo que se pusieron manos a la obra y consiguieron que muchos se creyeran -y aún lo creen- que todo esto se debe a Zapatero.

Ahora, el afán de imponer sus ideas a todo el que se mueva les lleva -y nadie más autorizado que Wert para proclamarlo en las ondas- a defender la idea de que hay que españolizar a los catalanes, que no saben lo que se pierden con sus afanes independentistas. No hay ninguna razón de peso que impida, por ejemplo, que un inculto se convierta en ministro de Cultura o que un cateto quiera dar clases de elegancia. Esto puede que explique esa manía pueblerina de creer y expresar que como el pueblo de uno no hay nada y que todos deberían copiar lo que se hace en el pueblo, porque es lo mejor del mundo y el resto de pueblos no valen un pimiento. Ya se sabe que los catetos son pesados, inoportunos y disparatados, pero son muy majos y eso los salva.

Wert, además, atesora esa impagable cualidad neoliberal de crear cortinas de humo en el momento más conveniente, aunque sea al caro precio de darle votos al adversario. Si la cosa económica se pone mal y se quiere que la ciudadanía no lo advierta, se saca a Wert a que haga una bufonada y todo el mundo se queda mirando hacia él, en lugar de contemplar lo que no se quiere que se contemple.

Nunca agradeceremos suficientemente a Wert las alegrías que nos aporta con sus cosas y la claridad con la que vemos a ratos en qué consiste el new deal neoliberal. Es incomprensible que pidan ahora que dimita. Este Gobierno no sería el mismo sin la figura siempre gratificante de Wert. Es más, deberían ascenderlo y que luciera todo su esplendor, por ejemplo, en la cartera de Asuntos Exteriores. Que el mundo vea a Wert. ¡Pero qué majo y divertido que es!

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