jueves, 24 de febrero de 2011

Contraste



Salir de casa. Sentir el fresco de la mañana en la cara como si te acariciara un largo paño de seda. Ver el durísimo esfuerzo del día, que quiere escalar decididamente por el precipicio del horizonte lanzando al mundo el rojo amanecer y anunciando un nuevo día de sol. Oír el trino de los pájaros, una melodía sin partitura, improvisada, rebosante de belleza y de armonía, que me recuerda que más allá de los humos y de los ruidos aún hay Naturaleza. Oler el romero al pasar y las rosas y el tomillo limonero. Y llegar a la calle.

Qué corto es el jardín y qué largo es el día.

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