Las palabras volaban por allí, en un
segundo plano innecesario. A ratos se callaban, se olvidaba el mundo
exterior y los dos cuerpos se acercaban, como si una fuerza magnética
los atrajera con una suavidad potente y sin remedio. Era un discurso
mudo entre dos, un duo de solistas interpretando una melodía intensa
a cuatro brazos, con besos improvisados y sonrisas de fiesta.
El abrazo no entiende de ideas, ni de
prejuicios, ni de ningún tercero. Es un baile quieto de dos almas
que vuelan al compás. Es un encuentro de dos ganas de vivir que se
ofrecen y se dan. Es el cariño hecho materia. Es el aire que se abre
y que envuelve a dos personas que quieren encontrarse. Es el tiempo
detenido que late con más rapidez y que exige el disfrute del
instante con intensidad. Es el símbolo de la vida breve, pero
vivida, compartida, improvisada. Es el deseo de eternidad que sabe
que la eternidad no existe. Es el deseo de dos que quieren seguir
siendo dos, pero por un momento juntos.
No entiendo la vida sin un abrazo a las
personas a las que quiero. Mi suerte es que no sólo yo pienso así.
Buenas noches.