lunes, 14 de junio de 2010

Necrofilia


Moisés Naím es un escritor venezolano, editor de la prestigiosa revista Foreing Policy y comentarista habitual del diario El País. En la edición del domingo 6 de junio de 2010 publicaba una columna titulada La necrofilia ideológica en la que hacía ver la afición de ciertas personas por defender ideas muertas. El artículo comenzaba así:

La necrofilia es la atracción sexual por cadáveres. La necrofilia ideológica es el amor ciego por ideas muertas. Resulta que esta patología es más común en su vertiente política que en la sexual. Encienda su televisión esta noche y le apuesto que verá a algún político apasionadamente enamorado de ideas que ya han sido probadas y han fracasado. O defendiendo creencias cuya falsedad ha quedado demostrada con evidencias incontrovertibles.

Tras comentar algunos ejemplos, como los del maoísmo, las izquierdas sudamericanas, los fundamentalistas del libre mercado, los que se empeñan en negar validez a la teoría de la evolución o en defender la mutilación genital femenina, terminaba de esta manera:

En el fondo, los necrófilos políticos aman más el poder que las ideas con las que manipulan a sus ingenuos seguidores.


domingo, 13 de junio de 2010

¿Qué te parece?

¿Te gusta más este diseño del blog o prefieres el anterior? Al final eres tú quien lo va a usar y quien debe decidir. Ya me dirás.


Músicas elegantes

Para los amigos que me mandan músicas elegantes. Espero que mandéis más. Gracias.


Magia / 7

La vida de Rene Lavand / 3. Rene Lavand habla de la vida.


sábado, 12 de junio de 2010

viernes, 11 de junio de 2010

Opción



Esta es la trágica opción:

O te decantas por Málaga

o lo haces por Malagón.


jueves, 10 de junio de 2010

Olvido



Los contertulios de las tabernas suelen olvidar que mientras las izquierdas se ocupan de descubrir exquisitas y chatas razones metafísicas, ignorando las consecuencias de su puesta en práctica, las derechas siempre van a votar.


miércoles, 9 de junio de 2010

Sujetador



Creo que hubo sintonía, sentimientos comunes, afectos que iban y venían. Fui capaz de decirles que los quería, pero también de echarles más de una bronca. Hacían brotar la desesperación cuando les preguntaba algo y respondían con el silencio colectivo, alguna que otra vez roto con fortuna por quien había estudiado o por quien recordaba algo de lo que habíamos visto. Muchas veces los cursos son lo contrario de los días, que amanecen al final y se pasan, en cambio, durmiendo la noche muchos meses. Todos estos meses yo me los pasaba preguntando y los alumnos de 2º de Bachillerato mostrándome con mucha cordialidad que no tenían ninguna respuesta certera para lo que les preguntaba.

Un día, cuando la desesperación me llegaba ya al nivel de la garganta, les dije que se me estaba cayendo el alma a los pies. Como las gotas de humor son más efectivas que las del vinagre, les añadí que para evitar que se me cayera al suelo, iba a comprarme un sujetador para el alma. La broma la repetí en varias ocasiones y logré que se dieran cuenta de que no sabían lo que tenían que saber, pero no que pusieran lo necesario para lograr la sabiduría. Llegó, al fin, la amanecida del final de curso y la subida del nivel de conocimientos hizo que una corriente de optimismo subiera con fuerza desde el suelo hacia las alturas de la esperanza y que el alma, que andaba en caída libre, se mantuviera en el camino a una cota prudente, eso sí, sin necesidad de haber usado el alivio de ningún sujetador.

Con el curso acabado empezaron las despedidas. No pude asistir a lo que llaman la graduación, cosa que sentí antes de que ocurriera, pero de lo que me alegré mucho después. Al día siguiente fuimos a cenar y allí tuvieron la gentileza de repetirme los trozos de su discurso que habían pronunciado el día anterior y que se referían a mi persona. Hicieron algunas referencias llenas de gracia a cosas que yo había dicho en clase y, lógicamente, sacaron a relucir que se me caía a veces el alma a los pies. Pero, dicho lo cual, y ante mi sorpresa inevitable, sacaron de algún lugar en el que lo tenían escondido un hermosamente feo sujetador verde, con las copas forradas con encaje blanco, en una de las cuales había una inscripción que decía:
“Sujetador para el alma”
Sentí, simbolizado en aquel artefacto, el cariño que se había fraguado en todos los años en los que hemos estado juntos, y eso me llenó de emoción. Enseguida me imaginé la situación que se habría creado el día anterior, en la graduación, si me llegan a hacer entrega del sujetador delante de padres, colegas, compañeros y del resto de la concurrencia. Así que les dije con todo cariño que lo suyo empezaba por “Ca” y acababa en “azos”.

Como era de esperar, me pidieron que me lo pusiera, olvidándose de que era para el alma e intentando que me lo pusiera como si lo usara para lo que estaba pensado, esto es, en el pecho. Me acordé de todas las redes sociales, de todos los blogs y del malvado que inventó Internet. ¿Cómo iba yo a exponerme a la nube de cámaras expectantes que intentaban inmortalizar la imagen? Se me ocurrió recordar que alma viene de “anima” y que esta del alma fue una de las primeras ocurrencias míticas que se dieron en la historia de la humanidad para explicar por qué una persona viva se movía y, en cambio, no lo hacía cuando estaba muerta. Y yo, si me siento, estoy quizás menos vivo que si me levanto, luego las posaderas deben ser un elemento importante para simbolizar el alma. Pensé también en la evolución, en cómo el indudable atractivo que suponen para los hombres los pechos de la mujer son la sustitución bípeda de la emoción que producía, cuando andábamos a cuatro patas, el trasero de quien estaba delante. Así que rápidamente asocié el alma con el culo, me instalé allí el sujetador y dejé que me fotografiaran de espaldas.

Pese al apuro de la pose, me gustó la ocurrencia. Lo guardaré con cariño y lo enseñaré cada vez que pueda. Y, lo que es más importante, me acordaré de él cuando se me baje el alma a los pies para tener presente que, por debajo de los roles que desempeñamos en la vida, hay siempre un poso de humanidad que aflora en cualquier momento.

Gracias, alumnos. Gracias, amigos.


martes, 8 de junio de 2010

Huelga


Con independencia de razonamientos macroeconómicos o microeconómicos, de si la crisis es global o no, de si es básicamente financiera, de si el responsable absoluto de la misma es Zapatero o son los mercados internacionales, de si el problema que vivimos es político o económico, no voy a participar en la huelga de hoy. Sobre todo, porque en las épocas malas nunca he entendido que un funcionario sea el más indicado para hacer una huelga, y porque esta huelga va a ser interpretada como una protesta contra el gobierno socialista de Zapatero y a favor de su hipotética alternativa, el PP. Este partido está integrado por los defensores de la insaciable ideología neoliberal que originaron esta crisis, por gentes que tienen una necesidad patológica y excesivamente interesada de poder y que son partidarios fervientes del “todo vale” con tal de que manden ellos. ¿Alguien cree que si gobernaran ellos no hubiesen tomado medidas aún más duras? Somos miembros de la Unión Económica Europea y en toda Europa se están tomando medidas y ajustes parecidos, incluso después de que lo haya hecho el que siempre improvisa. No veo en Europa reacciones del tipo de la española. Cuando hay que elegir entre lo malo y lo peor, yo no voy a hacer nada para que lo peor salga fortalecido. Ni ética ni políticamente encuentro razones para ir hoy a la huelga. Así que a trabajar.

De todas formas, la situación es tan sumamente compleja y mi opción tan llena de dudas y oscuridades que no quiero dar a entender que mi postura es ajena a la dura situación que vivimos. Sobre todo, la que viven los no funcionarios.

Ablación / 2