-¿Te quieres callar?
No me hizo ni caso.
-¿Te quieres callar?, le dije un poco más alto.
Siguió a lo suyo y ni se inmutó.
- Oye, ¿te quieres callar?, insistí.
Parecía como si fuera sordo o como si no quisiera oírme.
- Pero ¿te quieres callar?, le dije en un tono serio y a un volumen como para que me oyera toda la clase.
Volvió la cara hacia mí. Con una expresión de naturalidad, de evidencia teñida de una cierta sensación de molestia, me contestó:
- Es que no quiero callarme.
.
No me hizo ni caso.
-¿Te quieres callar?, le dije un poco más alto.
Siguió a lo suyo y ni se inmutó.
- Oye, ¿te quieres callar?, insistí.
Parecía como si fuera sordo o como si no quisiera oírme.
- Pero ¿te quieres callar?, le dije en un tono serio y a un volumen como para que me oyera toda la clase.
Volvió la cara hacia mí. Con una expresión de naturalidad, de evidencia teñida de una cierta sensación de molestia, me contestó:
- Es que no quiero callarme.
.
Manuel: ¡qué difícil es educar!, me refiero naturalmente a estos tiempos, en los que las cosas ya no son evidentes para algunos, sino que hay que empezar a enseñarlas desde el principio...
ResponderEliminar