Tal día como hoy de 1813 nació Richard Wagner.
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El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
Hay un hilo, fuerte como el acero e invisible como los sentimientos, que en ciertos momentos de la vida nos une a algunas personas en un abrazo.
Puede ser el cariño, que necesita hacerse materia en un contacto corporal, en donde la otra persona deje de ser una construcción mental para hacerse carne cercana. Puede ser la desdicha que se muestra en las lágrimas, en la desesperación o en la expresión de perdición que nos aparece ante nuestros ojos. Puede ser lo que sea, porque un abrazo no es ningún acto delictivo ni ninguna osadía que haya que justificar. Quienes toleran en silencio los robos a la luz del día y las esclavitudes cotidianas saltan como fieras colmadas de bilis negra censurando un abrazo, una de las muestras más limpias y plenas de humanidad que podemos crear en la vida.
Un abrazo es un diálogo callado, en donde hablan el cuerpo, las manos y los ojos, y en donde las mentes que se entrelazan se llenan de mensajes de afecto, de lo que la otra persona necesita para recobrar su humanidad o para convertirla en un ser exultante.
En un abrazo se da el cuerpo a la persona abrazada como muestra indudable de una generosidad sincera. A la vez, se recibe el otro cuerpo y se le trata con el cariño que necesita o con el que a uno le sale de dentro. No es un mero acto físico, sino un conjunto de emociones, de vivencias y de actitudes que se encuentran y que muestran una sinergia efímera y profunda. Hablan las manos y escriben en donde el cariño les lleva lo que las palabras no suelen expresar con precisión.
Un abrazo dura lo que el tiempo requiere para convertirse en una eternidad. Como todo lo valioso, el abrazo no se mide en duración, sino en intensidad. De un abrazo se tarda en salir, aunque los cuerpos se separen y desaparezcan de nuestra visión. Hay abrazos que duran toda la vida.
Hay personas que dudan de la nobleza de un abrazo mostrando sin reservas la suciedad de sus mentes y la inhumanidad de sus ideas. Posiblemente nadie haya querido regalarles un abrazo limpio y noble. Por muchos abrazos que les den, mientras no limpien su alma, jamás podrán saber lo que es un abrazo.
Los efectos pueden ser los mismos, pero las causas no tienen por qué coincidir.
Ni las circunstancias, tampoco.
No hay que caer en la torpeza de simplificar.
En las guerras mueren seres humanos, se mata a seres humanos. Nunca hay motivo suficiente ni justo para matar a ningún ser humano. Ninguna guerra es justa.
Antes de las guerras, cuando se decide que haya guerra, mueren el respeto, la palabra, la racionalidad, la buena voluntad, la humanidad...
La guerra es el fracaso más violento del ser humano, pero el fracaso más cruel es el de las desigualdades.