La gente del PP es así. Usan la libertad para hacer y decir, en nombre de ella, lo que les da la gana, con independencia de si se adecua o no a la realidad y sin tener en cuenta si lo que afirman entra en contradicción con lo que han afirmado o con lo que piensan hacer. Ellos son los dueños y juegan a lo que quieren.
Hasta hace poco, su táctica era decir una cosa y hacer lo contrario de lo que decían. Como al paisanaje le da igual una cosa que la otra, para ellos esto no representaba ningún problema. Ante los ojos de aquellos para los que la ética y la racionalidad representan algo importante, quedaban fatal, pero estos ciudadanos son raros, extraños, y, además, no son demasiados, así que qué más da.
Ahora han cambiado su proceder. Para que no les puedan decir que dicen una cosa y hacen otra, han optado por decir las dos: que vamos a lograr reducir el déficit y que no vamos a lograrlo, que es mejor un tipo único de contrato y que no lo es. Confían así en acertar siempre, aunque a los ojos de esos ciudadanos raros, cada vez estén quedando peor.
Es lo que tiene el neoliberalismo, que cualquier cosa puede valer, si interesa que valga. Menos tú, que te consideran un sujeto pasivo, que debe aguantar sus juegos y que no les importas nada.