sábado, 24 de enero de 2015

Teatro: Soltaritate



Era un tipo físicamente grande, con una cintura grande, una edad grande y un volumen de voz también grande. Subió la escalera de manera pausada, como si no pudiera hacerlo de otra manera. Era calvo, con los ojos cercanos entre sí y algo hundidos en la cara, que no revelaba otra cosa más que un cierto mal humor latente. Se sentó dejándose caer sobre la butaca sin quitarse el chaquetón. De un lado de este grandullón, el pasillo. Del otro, yo. Estábamos en el Teatro de la Abadía.

Fui a ver Solitaritate, una obra del Teatro Nacional Radu Stanca, en colaboración con otros organismos, de Rumanía. La obra habla del estado de la sociedad rumana actual, fruto -¡cómo no!- del neoliberalismo imperante, y está hablada en rumano. Me apetecía también observar qué tipo de teatro se hace por ahí fuera y esta me parecía una ocasión estupenda, dado que en la obra colabora incluso el Festival d'Avignon.

El tipo grande estaba situado a mi izquierda y estuvo unos minutos leyendo con detenimiento el programa de mano de la obra. En cuanto acabó de hacerlo y como si estuviera en el salón de su casa, exclamó en voz alta:

  • Así que es teatro de protesta. A ver si, por lo menos, es bueno.

Yo, permanecí con la misma cara que tenía antes de oír el comentario, pero pensé que allí podía haber espectáculo. Afortunadamente se quitó el chaquetón antes de que empezara la obra y se quedó en camisa, con sus elegantes mangas de puño vuelto aderezado con su gemelo correspondiente. Su dicción era perfecta. Su tono de voz, contundente. Cuando pasaron un par de minutos de la hora fijada para que comenzara la función y, a la vista de que habían dado un tiempo de cortesía que le pareció excesivo, soltó con un aire evidente de exigencia:

  • ¡La hora!

Para ambientar el espectáculo, los altavoces del teatro hacían sonar una especie de letanía en rumano, indescifrable para mí, un tanto cansina, pero que tampoco molestaba en exceso, al menos eso era lo que me parecía. No era el caso, por lo que vi, de mi vecino de localidad, porque en un momento en el que él creyó que había cesado la letanía, aunque en realidad no fue más que una pausa momentánea, espetó con su voz potente y su dicción perfecta:

  • ¡Vaya! Por fin se calló.

Aunque la obra empezaba con los actores circulando por el patio de butacas, haciendo como que negociaban con los distintos sectores del teatro, levantando a algún espectador y dando a entender que allí podía pasar de todo, el espectáculo discurría de manera algo lenta, con muchos diálogos que había que seguir en supertítulos y menos acción de la que a mí me parecía conveniente.

Yo pensaba que mi vecino podía saltar en cualquier momento. Realmente la obra era de protesta, aunque expuesta con humor y sin acidez, pero mi vecino resoplaba con frecuencia, como dando a entender que aquello no le estaba gustando nada. En un momento dado, hacia la mitad de la función, hizo un movimiento algo brusco, dobló su chaquetón y, con bastante esfuerzo y aprovechando que uno de los actores hacía un ruido considerable con una guitarra eléctrica, se levantó y bajó las escaleras con la misma parsimonia con la que las había subido. Se fue. No nos brindó un espectáculo paralelo, afortunadamente, y yo aproveché para estirar las piernas hacia el lugar que había dejado vacío.

Literariamente, la obra me parece muy buena. Los actores creo que son magníficos todos. El que esté dicha en rumano es un inconveniente parcialmente salvable con la traducción proyectada encima de la escena. Me dio la impresión de que algo fallaba en la puesta en escena, que a veces daba la sensación de obra antigua. En varias ocasiones los actores se sentaron en el escenario a hablar, a dialogar sobre asuntos muy interesantes, pero que resultaban algo largos y faltos de acción, de acompañamiento. El decorado, muy bueno. Ya he dicho que el texto y los actores estaban a gran altura y el público, que llenaba el teatro, aplaudió mucho al final.

Me hubiese gustado que mi vecino verbalizara su opinión sobre lo que había visto, pero supongo que estaría en algún bar de la zona dando cuenta de algún rioja y diciéndole seguramente al camarero lo mal que está la cultura, llena de protestas y de gente que se cree que son unos intelectuales.

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