Leo en el número 8 de ICON
un artículo de su director, Lucas Arraut, titulado Lo
feo y lo nuevo, en el que dice:
“El ideal burgués de belleza ha tocado techo, quizá sea el momento de rendirnos sin complejos a un desafío mucho más excitante y provocador como el que propone la fealdad”.
“El ideal burgués de belleza ha tocado techo, quizá sea el momento de rendirnos sin complejos a un desafío mucho más excitante y provocador como el que propone la fealdad”.
Creo que no se pueden definir de una
manera definitiva ni lo bello ni lo feo, porque son conceptos que
cambian con mucha mayor velocidad que la que creemos. Lo que era
bello hace unos años, ahora es muy posible que no sea considerado
así. A lo sumo, podemos decir que es bello lo que no es feo y
viceversa. También nos suele gustar más lo bello que lo feo, por lo
que lo primero nos resulta atractivo y lo segundo, en general, más
bien repulsivo. No obstante, hay corrientes estéticas feístas.
Y, sin embargo, me parece que el papel
de lo feo en la evolución de la realidad en busca de lo bello
siempre ha sido importante. Lo bello siempre ha evolucionado a través
de lo nuevo. Quizás por eso las grandes marcas de la moda se
inspiran mucho en cómo visten los jóvenes, más creativos y más
frescos que muchos de los diseñadores. La evolución de lo bello
consiste en la integración de parte de lo que no se considera bello,
por tanto, de lo feo. Si tienes la paciencia de observar ahora los
elementos de la realidad que no te gustan y los recuerdas dentro de
unos años, es muy probable que encuentres belleza en ellos.
Yo quiero estar abierto a todo. Sé que
no todo lo nuevo tiene por qué ser bello, pero me asustan un poco algunas de las cosas que veo hoy.
Buenas noches.
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