Este es el artículo más importante que he leído estos días. El País, 1 de octubre de 2017.
En el medio
Manuel Vicent
Los postulados de Euclides, padre de la geometría, se siguen estudiando en las universidades después de 2.300 años de
historia, y sus elementos de rectas, segmentos y equidistancias
son aplicados hoy por ingenieros y arquitectos de forma inalterable a su trabajo. Según Euclides, la equidistancia
es una relación fija en la mitad justa entre dos puntos
extremos de un segmento. Este postulado que en geometría
es la consecuencia de una creación elegante y sutil de la
mente, en cambio en la política y en muchos comportamientos sociales es un término sumamente denostado porque
se considera una representación tibia, débil y cobarde
entre los dos extremos del segmento de ideas. Este
desprecio viene de lejos. Ya en el Apocalipsis dice
Yahvé: “Y así, puesto que eres tibio, y no frío ni
caliente, te vomitaré de mi boca”. Ser equidistante
entre la izquierda y la derecha, el independentismo y la
unidad de la patria, el capitalismo y el comunismo, la
libertad de expresión y su control, es sinónimo de
blandenguería, de falta de compromiso y decisión,
pese a que en realidad es todo lo contrario. Si la
equidistancia geométrica en arquitectura permite
que la clave del arco absorba y distribuya las fuerzas
de modo que las casas y los puentes no se caigan,
aplicada al humanismo consigue que toda nuestra
sociedad se mantenga en un sutil pero firme equilibrio
desde que dejamos atrás a nuestros abuelos primates.
Hay que tener mucha fortaleza interior para ser un
equidistante. Esta dura conquista del espíritu se ve
hoy muy escarnecida, pero de la equidistancia deriva
la moderación, el rechazo instintivo a cualquier verdad
absoluta e incluso el sentido del humor. Deja que los
servidores fanáticos de Yahvé, de uno y otro extremo,
te insulten. La equidistancia te hará escéptico y amable;
es el eje de acero esencial para que no te derrumbes
por dentro.
historia, y sus elementos de rectas, segmentos y equidistancias
son aplicados hoy por ingenieros y arquitectos de forma inalterable a su trabajo. Según Euclides, la equidistancia
es una relación fija en la mitad justa entre dos puntos
extremos de un segmento. Este postulado que en geometría
es la consecuencia de una creación elegante y sutil de la
mente, en cambio en la política y en muchos comportamientos sociales es un término sumamente denostado porque
se considera una representación tibia, débil y cobarde
entre los dos extremos del segmento de ideas. Este
desprecio viene de lejos. Ya en el Apocalipsis dice
Yahvé: “Y así, puesto que eres tibio, y no frío ni
caliente, te vomitaré de mi boca”. Ser equidistante
entre la izquierda y la derecha, el independentismo y la
unidad de la patria, el capitalismo y el comunismo, la
libertad de expresión y su control, es sinónimo de
blandenguería, de falta de compromiso y decisión,
pese a que en realidad es todo lo contrario. Si la
equidistancia geométrica en arquitectura permite
que la clave del arco absorba y distribuya las fuerzas
de modo que las casas y los puentes no se caigan,
aplicada al humanismo consigue que toda nuestra
sociedad se mantenga en un sutil pero firme equilibrio
desde que dejamos atrás a nuestros abuelos primates.
Hay que tener mucha fortaleza interior para ser un
equidistante. Esta dura conquista del espíritu se ve
hoy muy escarnecida, pero de la equidistancia deriva
la moderación, el rechazo instintivo a cualquier verdad
absoluta e incluso el sentido del humor. Deja que los
servidores fanáticos de Yahvé, de uno y otro extremo,
te insulten. La equidistancia te hará escéptico y amable;
es el eje de acero esencial para que no te derrumbes
por dentro.
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