Eran
débiles y les gustaba el poder. No vieron otra manera de vivir sus
contradicciones que practicar el amiguismo. Creían que sólo ellos
tenían la verdad y el derecho pleno a existir. Los demás, mientras
los aceptaran y les apoyaran en sus juicios y en sus caprichos,
podrían sentirse seguros. Fueron creando un grupo aparentemente
cohesionado, pero aislado de quienes tenían criterio, de quienes
eran más fuertes, de quienes tenían más razones. Hacían mucho
daño, pero no lo sabían. Hacían mucho el ridículo, pero tampoco
tenían conciencia de ello. Aunque transigieran con su estilo, nadie,
salvo ellos, los valoraba positivamente, pero tampoco se daban
cuenta. Estaban solos, pero, como sólo se miraban a sí mismos, se
sentían acompañados y seguros. Pasó el tiempo y se quedaron en la
soledad de los idiotas, de los que están fuera. Hicieron intentos
por salir de su núcleo para que los demás los reconocieran, pero
fracasaron. Estuvieron toda la vida fraguando su aislamiento y
terminaron solos. Eran unos estúpidos suicidas, pero nunca cayeron
en la cuenta.
Buenas noches.