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domingo, 16 de junio de 2013

Buenas noches. Neoliberalismo





Una de las ideologías más dañinas, más crueles y más inhumanas que se han generado sobre esta Tierra es el neoliberalismo. Lo comenzaron a practicar en sus tiempos Ronald Reagan y Margaret Thatcher y defendían, entre otras cosas, la reducción del Estado a su mínima expresión y la implantación de la iniciativa privada en todos los ámbitos de la economía. Al neoliberalismo le interesan bastante poco las vidas concretas de los ciudadanos. Lo importante es la economía nacional y la buena marcha de los negocios privados. El individualismo es la consigna a seguir y cada cual debe ser el que se las ingenie para vivir lo mejor posible. La cultura, la igualdad o cualquier otra faceta humana, pero improductiva, le cae muy lejos al neoliberalismo, que no tiene ojos para eso, a menos que pueda convertirse en un negocio.

El neoliberalismo está representado en España por el Partido Popular, dentro del cual hay defensores de un neoliberalismo radical, como, por ejemplo, Aznar o Esperanza Aguirre.

Yo me pregunto si los votantes del PP son también neoliberales, si saben en qué consiste el neoliberalismo y si son conscientes de que los neoliberales en el poder los utilizan a ellos siempre que les vienen bien para sus negocios. Me choca que tanta gente le entregue su confianza a los portadores de un sistema económico y político tan dañino. Es como si existiera en una parte de la ciudadanía un deseo más o menos inconsciente de autodestrucción.

Lo menos individualista y lo que quiere mirar con cariño a cada una de las personas de nuestro mundo es la nube de cada noche, llena de generosidad, de amor y de buenos deseos. Formémosla. Buenas noches.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Ser tolerantes ¿siempre?




Me gustaría, por si sirve para deshacer algún posible malentendido, intentar aclarar aquí qué es lo que se entiende por tolerancia.

Ser tolerante consiste en permitir y respetar las ideas, las creencias y los hechos de los demás, aunque sean diferentes a los que uno mismo tiene. Es lo más alejado a querer imponer a los demás la propia manera de entender la vida. Quien pretende esto último se dice que es un intolerante.

La tolerancia es una virtud democrática de mucho valor humano, pero tiene unos límites claros: no todo debe ser tolerado. Si una persona defiende la conveniencia de matar a los que piensan de otra manera o de tratar a las mujeres como seres inferiores, no se le deben tolerar esas actuaciones. ¿Dónde está el límite de lo que se debe tolerar? En la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Dentro del marco en donde se respeten los Derechos Humanos, todo debe ser tolerado, pero ante todo aquello que viole tales derechos, hay que mostrar la más firme intolerancia o, con denominación más actual, una tolerancia cero.

Los Derechos Humanos marcan, pues, los límites dentro de los cuales es posible una vida humana y éticamente admisible. Hay, sin embargo, en nuestra sociedad una tendencia, cada vez más fuerte, que reclama tolerancia para todo lo que favorezca los intereses de los defensores de esa tendencia. Esa forma de pensar es la que se denomina neoliberalismo, para el que no hay límites en la actuación humana, ni en lo económico ni en lo social. Su lema es el ya sabido 'Todo vale', en nombre del cual prácticamente cualquier actuación está permitida. Se puede explotar salvajemente al obrero, se pueden suprimir derechos, se puede molestar a los ciudadanos, se pueden hacer leyes que vayan en contra de las personas o se pueden hacer guerras al margen de los organismos internacionales.

Este 'Todo vale', este todo debe ser tolerado cala también en los comportamientos habituales de las personas, quienes, a fuerza de no recibir una educación que las convierta en ciudadanos libres y responsables, van perdiendo la noción de respeto, de la vida como el lugar en el que debemos caber todos, de la conveniencia de no molestar. Frente al carácter social de la vida, que se manifiesta desde los primeros hasta los últimos momentos de la existencia, estas personas imponen un individualismo egoísta, sin que importe nada que no sea el hacer en cada momento lo que les apetece.

Si se observa la vida en cualquier lugar de la ciudad, comprobaremos enseguida cómo hay seres humanos que van haciendo ruidos innecesarios y molestos, que tratan a los demás como si fueran basura, que ni se les ocurre pensar que en los lugares públicos todos -no sólo ellos- tienen derecho a hacer lo que quieran, pero sin interferir en la vida de los demás. Es un estilo de vida salvaje, en donde vence el que grita más, el que más tiene o el primero que llega, pero en donde lo humano brilla por su ausencia. El uso de los espacios públicos -o sea, de todos- como si fueran privados es un ejemplo cada vez más abundante de esta mentalidad.

No hace mucho viajaba yo en tren y tuve -tuvimos- que soportar durante todo el viaje a tres individuos que no pararon de hablar a voces, como si el coche fuera el salón de su propia casa. Nadie pudo dormir, ni leer ni estar a gusto porque estos tres seres imponían su capricho a costa de los derechos de los demás. Sólo pudimos estar tranquilos mientras estas tres personas, incumpliendo lo que les decían por el altavoz y yendo en contra de la propia lógica, se bajaban del tren en las cortísimas paradas para fumar. El día anterior tuvimos que irnos de un bar, en donde se había instalado un grupo de personas que gritaban como energúmenos y que se reían haciendo tal ruido que era francamente molesto permanecer allí.

Me llamaron intolerante por decir lo anterior, pero creo que estos comportamientos maleducados, impropios de un mundo humano, no deben ser tolerados. Nada de lo que sirva para que en el mundo sólo quepan unos pocos debe ser tolerado. Todo lo que escape del marco en donde se respeten a todas las personas debe ser objeto de nuestra intolerancia.


miércoles, 10 de abril de 2013

martes, 9 de abril de 2013

Amor 114




¿Cómo puede alguien entregarse a una persona que defiende que cada cual debe buscarse su propia felicidad?

sábado, 12 de enero de 2013

Alguien debería decir... Aceras




Alguien debería decirle a cada vez más gente que las aceras no son de uso privado y exclusivo de nadie. Es muy frecuente encontrarte con personas de todas las edades que van por la calle charlando y ocupando toda la acera, dándoles igual que tú vayas en dirección contraria. O te quitas, o te bajas a la calzada o te desintegras, pero pocas veces alguno de ellos hace un gesto de apartarse un poco para compartir la acera. El individualismo al que nos está llevando esta manera neoliberal de entender la sociedad está llegando a comportamientos francamente desagradables.  

sábado, 15 de diciembre de 2012

Lo que se ve. La puerta cerrada




Esta es la puerta que cierra el neoliberalismo: para conseguir la igualdad es posible que tengas que ceder algo de tu libertad.

martes, 23 de octubre de 2012

Mirando por la ventana. No ser neoliberal




La socialdemocracia tiene una tarea pendiente que debería abordar con urgencia: la de explicarle con claridad a la ciudadanía cómo en la situación actual se puede no ser neoliberal.

sábado, 21 de enero de 2012

Todo vale, menos tú



La gente del PP es así. Usan la libertad para hacer y decir, en nombre de ella, lo que les da la gana, con independencia de si se adecua o no a la realidad y sin tener en cuenta si lo que afirman entra en contradicción con lo que han afirmado o con lo que piensan hacer. Ellos son los dueños y juegan a lo que quieren.

Hasta hace poco, su táctica era decir una cosa y hacer lo contrario de lo que decían. Como al paisanaje le da igual una cosa que la otra, para ellos esto no representaba ningún problema. Ante los ojos de aquellos para los que la ética y la racionalidad representan algo importante, quedaban fatal, pero estos ciudadanos son raros, extraños, y, además, no son demasiados, así que qué más da.

Ahora han cambiado su proceder. Para que no les puedan decir que dicen una cosa y hacen otra, han optado por decir las dos: que vamos a lograr reducir el déficit y que no vamos a lograrlo, que es mejor un tipo único de contrato y que no lo es. Confían así en acertar siempre, aunque a los ojos de esos ciudadanos raros, cada vez estén quedando peor.
Es lo que tiene el neoliberalismo, que cualquier cosa puede valer, si interesa que valga. Menos tú, que te consideran un sujeto pasivo, que debe aguantar sus juegos y que no les importas nada.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Angela de piedra



De vez en cuando la humanidad origina figuras un tanto extrañas que lucen entre sus características la de la terquedad. El siglo XX vio con pesar a la dama de hierro, que se hartó de hacer el bien a una minoría y el mal a todos los demás. Hoy el mundo contempla el comportamiento empecinado de Angela Merkel, que aún no tiene apelativo para la posteridad, pero que parece una dama de piedra. Hierro, piedra ... Esto nos retrotrae a épocas muy pasadas, pero el neoliberalismo no es que mire para adelante precisamente.

viernes, 26 de agosto de 2011

La fe y la economía




La peregrina idea de reunir a miles de peregrinos en Madrid en el mes de agosto se hizo realidad, nos secuestró la ciudad durante unos días y parece que se acabó ya. La ciudad se llenó de jovencitos que cantaban aleluyas sin piedad a cualquier hora, acompañados por sus pastores, algunos de ellos cargados de gruesos hábitos bien pensados para el calor, y por monjas, que seguramente quisieran ser pastoras, pero que no se lo permiten las reglas machistas que ellas mismas han asumido y que les obligan a ir con la cabeza cubierta y el hábito encima, como para aparentar que no son mujeres.

Vinieron, al parecer, por cuestiones de fe. Dicen creer en Jesucristo, que murió y resucitó y que les prometió otra vida después de la muerte. Esta preocupación tan obsesiva por el más allá les impide, por una parte, dedicarse con más atención a lo que ocurre en el más acá, y olvida, por otra, el mensaje de Jesucristo, que también habló de pobres, de igualdad, de amor al otro y de asuntos que exigirían un compromiso de un estilo distinto al de limitarse a proclamar que hay otra vida tras la muerte. Tan trascendente propósito exige mucha fe. Tanta que por lo que se ve tienen que organizar mítines como el de estos días para reafirmar su creencia, a menos que lo que pretendan sus organizadores sea realizar una campaña de marketing y de difusión de la marca, para la que hayan utilizado a los peregrinos, a los pastores, a los gobiernos, a las televisiones y a todo el que se haya dejado. Sea lo que sea lo que haya ocurrido, la fe estaba por debajo de todo lo que hacían y decían estos peregrinos, lo que les mantenía vivos y tan sospechosamente alegres. En qué pueda acabar esta alegría cuando se les enfríe el fervor, cualquiera lo sabe, pero si intento enfocar el asunto desde el punto de vista psicológico, me empiezo a preocupar.

El caso es que se fueron los peregrinos y parecía que nos íbamos a poder dedicar a cuestiones más racionales y más humanas, que íbamos a poder afrontar con mayor responsabilidad los problemas cotidianos, cuando nos aparece en el plato una reforma de la Constitución para ayudar a intentar resolver la crisis económica (¿económica?) que nos azota.

Uno tiende a pensar que lo que controla y domina la realidad en la que vivimos no es la política, como podría parecer, sino la economía. Si durante algún tiempo sirvió aquello de ‘saber es poder’, ahora el poder lo detenta el que tiene riquezas y el político hace lo que puede en la red que le teje la economía.

Pero de economía sabemos poco el común de los ciudadanos. Y, encima, como en todo, no existe la economía, sino las economías. Parece que los neoliberales no son muy de fiar porque les importamos todos más bien poco y sólo van a su propio interés. Pero, una vez dicho esto, ¿incluimos en la Constitución el techo del déficit o no? ¿Con flexibilidad o sin ella? ¿Con referéndum o sin referéndum? ¿Tiene alguna idea el común de los mortales de estos asuntos? ¿Hay que dejar crecer la deuda para que no peligre el Estado de bienestar, pero con los mercados en contra, o hay que controlarla? ¿Es mejor en estos momentos la contención del gasto o la inversión por parte del Estado para crear empleo? Todos estos asuntos tienen un planteamiento racional y una solución que convencerá a unos o a otros, pero aun en esos casos, la postura que se adopte contendrá un componente de fe, que será mayor cuanto menor sea la cultura económica del ciudadano. En un mundo tan complejo como el que vivimos no podemos, lamentablemente, prescindir de la fe. Menos mal que en este caso, por lo menos, es una fe algo distinta de la de los peregrinos.

domingo, 10 de julio de 2011

La dignidad intacta de Leire Pajín


Lo malo de los neoliberales no es que defiendan la libertad por encima de todo, sino que sólo defienden la suya. La vida, por lo que se ve, le ofrece a estos tipos situaciones duras, para las que no están preparados, y como no saben afrontarlas, resultan resentidos, rencorosos y vengativos y pierden la noción del respeto y de los valores humanos. Como todos los ignorantes tradicionalistas, hay muchos entre ellos que son machistas profundos, incapaces de reconocer en la mujer ningún valor que a ellos no les interese. Si la Naturaleza operara un milagro, algo lamentablemente improbable, y le hiciera ver a estos machistas durante un minuto, sólo durante un minuto, la calidad del asco que producen, el ridículo que hacen sin que logren darse cuenta, el mal que generan en las mentes más débiles, el daño al que dan lugar en quienes, haciendo uso de su libertad, no piensan ni actúan como ellos, y lo diáfana que se ve la enfermedad de su mente, si durante sólo un minuto pudieran verse como son , se quedarían aterrados. Porque lo que más temen en sus pobres vidas es reconocerse como son. Por eso se dedican a observar a los demás y a hacer comentarios gruesos que les hagan olvidarse de la poca humanidad que tienen, del poco sentido que tienen sus vidas y del absurdo de vivir siempre mintiendo, siempre haciendo daño, siempre huyendo de sí mismos. Son los monstruos que, como efectos no deseados, genera la libertad.

Leire Pajín no ha perdido su dignidad porque estos trozos de carne sin humanizar hayan escrito estupideces. Son ellos los que la perdieron hace tiempo y por eso actúan así. No nos confundamos con estas cosas ni con esta gente.

viernes, 18 de febrero de 2011

Neoliberalismo


Dice Jack:

Yo voy a lo mío.
Tú vas a lo tuyo.
Él va a lo suyo.
Nosotros vamos a lo nuestro.
Vosotros os buscáis la vida.
Ellos, que se jodan.

miércoles, 26 de enero de 2011

Sin escrúpulos




A pesar de este pesado olor a neoliberalismo que nos invade, no acabo de entender bien que un grupo de periodistas deportivos tengan el estómago y la personalidad tan peculiares como para pasar de trabajar en la SER a hacerlo en la COPE. Y, además, hacerlo todos en bloque. Porque no es que uno de ellos haya sentido de repente los efectos de una especie de conversión paulina, sino que todo un grupo ha pasado de trabajar para lo que supone la SER a hacerlo para lo que representan los obispos. Uno de ellos, incluso, por motivos que desconozco, se incorporó recientemente al cambio, con más premeditación, por tanto, que los demás.

Lógicamente, el caso tendrá sus peculiaridades y sus motivaciones, pero yo veo en él una muestra más de que hoy día puede hacerse lo que a uno le dé la gana y trabajar tanto para el amigo como para el enemigo. ¿Qué más da, si todo vale, si todo es posible?

Algún intelectual dijo no hace mucho que esto era posible porque el deporte no tiene ideología, lo cual me parece de una candidez que asusta. Aparte de que no se trata aquí del deporte, sino de la información deportiva, colaborar a incrementar los beneficios de una cadena, aunque sea privada, defensora de la democracia y de un estilo de vida democrático, no es lo mismo que hacerlo a favor de unos obispos capaces de montar manifestaciones populistas y deshumanizadoras y de defender maneras de vivir de otros tiempos. No es lo mismo.

Allá cada cual con lo que hace, pero no puede quedar como modelo de actuación, una vez más, el todo vale, el todo es posible. Hay cosas que sólo se hacen porque se pone el interés personal muy por encima de lo que sea, sin escrúpulos y sin demasiada justificación. 

lunes, 15 de noviembre de 2010

El cocinero neoliberal



Cocinas para que el mundo esté bien en el momento de la comida. Cocinas con cariño porque lo bueno no se hace de cualquier manera, porque el placer se logra con dedicación y con el máximo cuidado, porque no cocinas para ti, sino para los otros y porque cocinar es una forma de acercar tu mundo a la felicidad colectiva. Esto es lo que hace grande la cocina. No buscas tu felicidad cocinando, sino la felicidad de todos y, cuando lo logras, eres capaz de aunar el placer que le da a cada cual lo que come con el gusto de que todos disfruten con el gozo colectivo. Y, de rebote y sin buscarlo, consiguiendo la felicidad de los demás, te sientes tú mismo feliz.

Esta es la gran paradoja de la felicidad, que si la buscas, no la encuentras, pero si haces algo generoso, humano, bien hecho, la encuentras sin buscarla. Y esta es la razón profunda por la que un neoliberal nunca podrá ser un buen cocinero. Podrá ser, a lo sumo, un buen asacorderos o un gran friehuevos, pero nunca un buen cocinero, porque no cocina ni vive más que para sí mismo o para su propio mundo. La jaula de cristal oscuro en la que cocina le impide contemplar el corazón y la mente de los otros que le invitan a que vea que más allá de sus propios y estupendos huevos está la vida presente en los otros. 

martes, 29 de junio de 2010

Lo normal


Me imagino que el anuncio de La Casera que oí por la radio estará ligado al spot que ha hecho Guillermo Fesser para la televisión y, quizás también, para el cine. Pero en la radio sale en carne viva y va directo al grano. Algo así como “ya que te dedicas a robar, roba La Casera”. Te puedes imaginar que me quedé de piedra la otra mañana, recién levantado, cuando oí el mensaje exponiendo con toda naturalidad la propuesta del robo.

A los pocos minutos querían vender coches de Ford e invitaban a ir a los concesionarios de la marca porque se habían convertido en paraísos fiscales. Posiblemente el spot intentara tener un poco de humor, pero tan dudosa era la gracia que ofrecía que casi no se atisbaba más que el reclamo de que habían hecho una rebaja en el precio de los coches

Creo que no tienen en cuenta estos negociantes que lo que ellos emiten con naturalidad, el oyente lo encaja con la misma naturalidad y termina siendo normal para él acudir a un paraíso fiscal, robar o lo que se le ocurra al anunciante para llamar la atención y rendir culto al Negocio.

Este país se está tiñendo de una ordinariez neoliberal insoportable.



martes, 9 de marzo de 2010

Ordinariez


La ordinariez está creciendo de una manera preocupante y lleva camino de convertirse en un verdadero monstruo social. Las dos últimas veces que me he subido a un autobús he tenido que soportar los olores, los ruidos y las salpicaduras de gente que iba comiendo allí mismo un bocadillo, un bollo o una bolsa de colesterol. Las dos últimas veces que he comido en un restaurante he tenido que aguantar a dos individuos hablando de manera atronadora, como si todo el espacio del local fuese suyo y todos los comensales tuvieran que oír sus estúpidas peroratas. La última vez que he ido a un museo, al Thyssen, he visto cómo los vigilantes tenían que sisear para mandar callar a la gente que contemplaba los cuadros como si estuviera en el fútbol. La última persona con la que me crucé hoy antes de entrar en el lugar donde trabajo tosía sin taparse la boca con nada, echando miasmas al aire como quien tira confetti en el Carnaval.

Cada vez la gente tiene menos normas sociales y las pocas que le quedan no sabe por qué debe cumplirlas. Quizás esto sea lo más grave. El neoliberalismo va poco a poco prendiendo en estos seres antropomorfos empapados de ordinariez.
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jueves, 24 de septiembre de 2009

Préstamos / 3

Le pido hoy la palabra a Ignacio Fontes, de Madrid, que el pasado 21 de septiembre publicaba la siguiente carta al director del diario El País. Confluyen en ella dos actitudes de las que ya se ha hablado aquí. Por una parte, el comportamiento de nuestros personajes públicos, que parece que creen absurdamente que están solos y que pueden hacer y decir lo que les dé la gana. Y por otra, la educación que recibe, como consecuencia de esa neoliberalidad, la parte más débil y con menos criterio de la sociedad, o sea, los jóvenes y los que adoptan una actitud menos crítica y más mimética entre la población. No sé como unos y otros luego se atreven a quejarse.

¿Que los niños chulean, insultan, agreden a los profesores? Qué tragedia..., ¿dónde lo habrán aprendido?

Es raro, ¿verdad?, en un país donde columnistas, presentadores y tertulianos de radio y televisión, políticos -desde líderes al último mono corrupto municipal- de partidos constitucionalistas y de apocalípticos, y una creciente y preocupante masa espesa y municipal no cesan de insultar todos y cada uno de los santos días al presidente del Gobierno y a todo el Gabinete, especialmente si se trata de mujeres; a las instituciones del Estado, desde el Tribunal Constitucional a la fiscalía; a los cuerpos de la Seguridad, al Ejército (¿cuántas veces lo han tildado de ONG?). Incluso los conceptos -igualdad, dependencia, memoria histórica- son objeto de esta lluvia inclemente de epítetos, descalificaciones, ofensas, ultrajes, escarnios.

Estos chavales del demonio, pues, ¿dónde habrán aprendido esos modales desabridos para con sus maestros?

Es culpa de las leyes educativas socialistas, nos aclaran raposas y sicarios...

Seguramente.

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jueves, 3 de julio de 2008

Ya se acerca el triunfo final (I)

Un componente del universo, presente en él desde sus orígenes y cuyo nombre está maldito para algunos, que no aceptan ni pronunciarlo ni oírlo, viene incrementando su influencia y su poderío en nuestros días. Es la mierda.

Antiguamente a la mierda se la denominaba el mal, pero esto no era más que una estrategia propia de gente leída para huir hacia la estratosfera metafísica, tratar allí muy inteligentemente el problema y dejar mientras tanto aquí abajo la verdadera mierda pudriéndolo todo. No vamos a hablar, por tanto, del problema del mal, sino de la existencia real de la mierda.

Los desastres que produce la mierda no parece que tengan, ni mucho menos, solución. No obstante, de la misma manera que se hace con cualquier otra realidad, se debe tomar conciencia de la existencia de la mierda, analizarla y tratar de prever sus calamitosos efectos. Tras lo cual, seguramente no quede otro recurso que el de una huida condenada al fracaso.

Una primera aproximación al análisis de la mierda nos llevaría a distinguir entre la mierda social y la mierda humana. Ambas están profundamente relacionadas entre sí, no en vano la primera es hija predilecta de la segunda, de la cual emana.

Si desplegamos el catálogo de presentaciones de la mierda social, nos encontramos en primer lugar con la mierda comunicativa, en donde la televisión ocupa el lugar del producto estrella. Desde este punto de vista, la televisión puede ser considerada como un fractal, ya que tanto en su totalidad como en sus partes tiene la misma estructura: es mierda de altísima calidad.

Luego, nos topamos enseguida con la mierda medioambiental, con una amplia gama de precios y modelos. Algunos de estos tienen la sorprendente cualidad de ser invisibles a distancias cortas, detectándose muy bien, en cambio, desde lejos. Hay modelos que incluso, aunque no los veas, te afectan a los ojos y te hacen llorar. La mayoría de ellos te enferman y, aunque no siempre lleguen a matarte, se vuelven contra ti e incrementan tu dotación de mierda humana.

En las páginas centrales del catálogo hallamos la mierda política, con una enorme panoplia de variantes, enmascaradas todas ellas con llamativos e ingeniosos eufemismos: así, a los contratos de mierda para trabajar de mala manera y cobrar poco se los llama contratos basura; a los dormideros de mierda se los califica de infraviviendas; a la mierda de vida hipotecada hasta la muerte de tus herederos que producen los precios de mierda de las viviendas, en donde un ladrillo de mierda cuesta igual que un lingote de oro, se la denomina especulación o, más dulcemente, liberalización del suelo; a la mierda de trato que se le da a los enfermos en ambulatorios y hospitales se le designa como listas de espera o también saturación; a la mierda de educación, cuya responsabilidad se quiere endosar en exclusividad a los profesores, pero en la que colaboran con igual intensidad, por acción u omisión, los padres, la televisión, los dirigentes, los votantes, la legislación y los propios alumnos, se la califica de fracaso escolar; a la mierda de condiciones de inseguridad en las que trabajan los obreros se le endosa el tétrico apelativo de siniestralidad laboral; a la manera de resolver los problemas tarde y mal, dejando todo el tiempo posible para que la mierda haga un poco más de efecto, se le atribuye el término técnico de burocracia; a la creación de mierda bajo la forma de una estructura económica mundial, que permite que se incrementen los beneficios de unos pocos a costa del empobrecimiento cada vez mayor de todos los demás, se le llama globalización; a algunos de los seres que se dedican a la cosa pública y que se caracterizan por su incapacidad, su inmoralidad, su afición por la mentira, su torpeza, su afán por sobrevalorar, sin importarles que se note demasiado, el interés propio por encima de cualquier otro y por la concentración que muestran de múltiples variantes de la mierda, se les llama neoliberales.

La segunda parte del catálogo de la mierda social la ocupa la mierda ociosa, formada por todo un conjunto de artefactos tecnológicos destinados a matar el tiempo, es decir, a matar la vida. Nos encontramos aquí con la mierda de las consolas, la mierda de los reproductores de música con auriculares, la mierda de los juegos electrónicos, la mierda de los teléfonos móviles y, en fin, toda la serie de cacharros de mierda que, a través de pantallas y de teclas, sirven para fomentar el aislamiento estéril, el ensimismamiento empobrecedor y el individualismo deshumanizante. El sentido de los productos de la mierda ociosa no es otro que el de que los consumas y los uses hasta el abuso, cuantas más horas mejor, hasta que adquieras el hábito de olvidarte de que existen los demás y, sobre todo, de que tú mismo existes y de que tienes que vivir. La mierda ociosa es capaz de entronizar cualquiera de sus aparatos y de convertirte a ti en un súbdito inconsciente. Esto explica situaciones tan estúpidas como la del que se pone a hablar por el teléfono móvil en mitad de la calzada, sin la menor conciencia de que por allí pasan coches, o lo usa conduciendo, o la del que se va a un concierto, o al teatro o a clase con el mismo artefacto conectado, o la del que se pasa horas y horas de chateo, contándole sinsustancias a un desconocido, o la de esos aprendices de cretinos que emplean desconsoladamente su tiempo en luchar contra una consola.




La contraportada del catálogo la ocupa la mierda alimentaria. Se incluye aquí la mierda que los panaderos, carniceros, camareros y demás expendedores de alimentos tienen en sus atuendos y en sus manos, con las que tocan la mierda del dinero y con las que luego te dan el pan, te cortan el filete o te ponen un cubito de hielo en el vaso. También pertenecen a este apartado las altas concentraciones de colesterol disimuladas bajo las variadas formas de la mierda de la pastelería industrial. Y no se pueden omitir la mierda de las bebidas de garrafón, misericordioso procedimiento por el que se intenta evitar que los pobres y los jóvenes sufran mucho tiempo, procurando que lleguen cuanto antes a su meta final. Por último, para no confundir el catálogo con un inventario, se reseña la mierda de la comida rápida, peste en la que la hamburguesa sirve bien de ejemplo ilustrativo, ya que se ha convertido en el producto cuya sola mención se ha asociado estadísticamente más veces con la mierda.