Obra de René Gruau. 1950
Ante la belleza reaccionamos de acuerdo con lo cuidada que tengamos nuestra sensibilidad. Ha quienes muestran un gozo enorme cuando se hallan ante una obra de arte. Otros son capaces de reconocer la bondad de la obra, pero no encuentran en ella la belleza. Otros expresan sin problemas que no la entienden ni la sienten y que no son capaces de encontrar ni la belleza ni la bondad. Y otros, quizás más pendientes de sí mismos que de lo que la vida les pone delante, no pueden evitar soltar una ocurrencia o una estupidez y, encima, reírse de su supuesta gracia.
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